Todo un clásico en Santander, sus paredes están decoradas con una fabulosa

Todo un clásico en Santander, sus paredes están decoradas con una fabulosa y fastuosa colección de botellas entre las que tenemos muchas añadas históricas de los grandes Españoles y Franceses. Un auténtico museo del vino. El local respira rancio abolengo por los cuatro costados, pero no es incómodo y la atmósfera que se crea es especial.
Ya en la barra vemos las intenciones y nos tomamos un riesling 2005 de Dönnhoff con los aperitivos. Y cuando nos sentamos a la mesa y nos ponemos en manos del Sumiller y “alma mater” del Restaurante, Andrés Conde, entonces comienza la fiesta.
La carta de vinos es impresionante por la calidad de las referencias. Andrés es un “loco” del Champagne y de Borgoña y por tanto sus gustos coinciden plenamente con los míos. Éxito por tanto asegurado. Los precios varían mucho según sean vinos que él lleva directamente o no. Tomamos un fabuloso Champagne Larmandier Grand Cru Cramant del 2002, un oasis de terroir que deja en nada a cualquier alimento. Y después con el postre, Andrés nos obsequió con un sublime Coteaux du Layon “Les Rouannieres” 1990 que nos puso casi a la altura del cielo. Y después llegaron las Sidras Normandas de Eric Bordelet...
¿Y la comida? Pues muy bien. De corte clásico y sencillo y basada en muy buenas materias primas bien cocinadas. Excelentes pescados y mariscos y buenos postres caseros.
Un auténtico homenaje al vino representado en la persona de Andrés, un excelente sumiller y mejor persona. Imprescindible.

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