Tengo que reconocer que soy un gran aficionado a probar aquellos locales que me recomiendan mis amistades, pero en el caso de la Bodega Cigaleña entré porque al pasar por delante sentí la necesidad de entrar y una vez dentro es difícil marcharse.El trato en la barra es inmejorable y una vez sentado en cualquiera de sus mesas cada uno de los platos supera al anterior en calidad y preparación. El servicio en el comedor es elegante a la vez que cordial, pudiendo relacionarte con toda confianza con sus camareros e incluso con el sumiller.
En resumen, quizá sea el mejor restaurante que uno pueda visitar en Santander, para mí lo es sin duda alguna.Espero volver pronto¡¡¡¡
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