Ubicación excelente, decoración diferente, calidad de producto y servicio profesional.
Su interior puede ser calificado como un verdadero museo del vino una decoración a base de cientos o miles de botellas de vino antiguas.
La última vez que comimos allí nos tomamos unas croquetas de chorizo, unas rabas, unas anchoas y un Virrey a la espalda inolvidable.
Para mi es uno de los básicos de Santander y es raro que no lo visite cuando pasó por la capital Cántabra. Sus croquetas de Bacalao y Jamón extraordinarias, buenos embutidos y quesos.
Cocina a la vista,lo cual resulta una garantía de higiene.
Visita recomendable.
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