Hay restaurantes a los que su visita se vive como un acontecimiento especial, de esos en los que en los días previos tu mente parece que no tiene otra cosa de la que ocuparse. A medida que la fecha se acerca la expectación va en aumento y uno hace cábalas sobre qué platos o qué vinos serán los que van a hacer de esa experiencia algo digno de recordar. En el caso que nos ocupa, tratándose de La Cigaleña, mi pensamiento iba dirigido sobre todo a estos últimos.
A las 9 de la noche, tal y como habíamos acordado con Andrés Conde, nos presentamos en su local, que a esas horas tiene la barra hasta la bandera. Tras un cálido recibimiento, Andrés nos conduce a uno de los reservados de arriba, una amplia y cómoda estancia donde vamos a pasar las siguientes 5 horas. Aunque nos ofrece la carta, apenas la miramos y dejamos que nos sugiera una serie de platos para acompañar los vinos que el mismo se ha encargado de seleccionar. Al final la cena consistió en lo siguiente:
- Jamón ibérico
- Anchoas en salazón
- Bocartes fritos y rebozados
- Almejas en salsa
- Pulpo a la plancha
- Mollejas de cordero rebozadas
- Lenguado a la plancha
- Chuleta de vacuno con pimientos y patatas fritas
- Queso Comté
- Degustación de postres (leche frita, tocinillo de cielo, etc.)
Todo ello a muy buen nivel, pero si hay que destacar algo mencionaría las anchoas en salazón, las almejas y la carne de vaca.
Cada una de las preparaciones anteriores estubo acompañada por los vinos que a Andrés le parecieron más adecuados, recibiendo sobre todos ellos una amplia explicación sobre sus características y su proceso de elaboración. El despliegue vinícola lo conformaron los siguientes vinos:
- Georg Breuer Brut 1999
- Arretxea Pantxuri 2010
- Viña Soledad Téte de Cuvée Blanco Reserva 1959
- Domaine Roulot Meursault Les Luchets 2007
- Clos Rougeard ´´Breze´´ 2008
- Clos Champ Bernard 2010
- Domaine de Chassorney Volnay 2011
- Valbuena 5º Año 2000
- Mauro Vendimia Seleccionada 2000
- Chateau Meylet 2000
- Domaine de Rousset-Peyraguey Creme de Tete 2003
Uno, que no está acostumbrado a semejante cantidad, variedad y calidad de vinos, en situaciones como ésta se ve desbordado, y hecha en falta algo más de tiempo para dedicarle a cada vino la atención que se merece (pausado que es uno para estos menesteres). A pesar de ello, el disfrute es total, con las expectativas superadas por la realidad y las horas pasando casi sin darnos cuenta. Para repetir una y mil veces. Gracias Andrés.
Sería injusto no señalar que si la velada fue redonda se debió también a la compañía (Vanesa, Rosa, Sergio y Óscar), y que si hubiera estado uno que yo me sé la cena habría sido, en vez de redonda, esférica.