Cena sábado noche. 4 personas. Teníamos reserva para lass 22:30 y hasta casi las 23:00 no nos pasan a la mesa. Pedimos para compartir, una ración de croquetas de queso de cabra buenas, unos huevos rotos sin nada que destacar, 2 tosatas de morcilla, una de bacalao y un pincho de trtilla. Buenos, pero no para tirar cohetes. Y una ración de chipirones encebollados con patatas que fue un fracaso. Plato hondo lleno de salsa con chipirones del tamaño de la uña del dedo meñique y unas patatas hervidas dentro. Los chipirones no estaban muy bueno además de llegar el plato frío. De beber, una coca cola y una botella de Prado Rey Roble 2009 a 18 €.
En total fueron unos 70 euros todo. Servicio regular. 4 veces vinieron a tomarnos nota de la bebida y en las 4 ocasiones tuvimos que decir que nos dieran tiempo a elegir el vino, aunque tampoco es que hubiera muy mucho donde elegir. La verdad es que no es un sitio en el que vuelva muy a menudo.

Local singular ubicado en el espacio que un día ocupo el primer supermercado de Madrid. Decoración blanca y luminosa. Música chill-out. En la cocina predominan 60 variedades de canapes calientes hechos al momento con pan de chapata (boletus, foie, gulas, morcilla) apuntados en una pizarra donde también están reseñados los vinos por copas. Croquetas caseras, ensaladas y raciones (champiñones rellenos de torta del casar). Barra para tapear hasta los topes y la zona de mesas también muy concurrida. Una opción interesante en una zona de postín en Madrid a la que habrá que realizar otra visita ya que fui con prisas (tenía entradas para el Teatro Alcalá) y la impresíon fue muy buena.