Más de diez años después...

Martes a mediodía y el local está petado. Nos colocaron en una pequeña mesa arrinconada junto a la puerta de entrada. Los camareros parecía que llevaban patines. Con todo, el nuestro nos atendió bastante bien y no tuvimos que esperar apenas a que nos trajesen la comida. Servicio del vino consistente en apertura, prueba y primer llenado.

Almuerzo para cuatro a base de platos para compartir. Empezamos con unos aperitivos de chupitos de crema de calabaza y crema de mejillones en escabeche con unas patatas chips para mojar. Muy buenos ambos.

Pedimos:

- Tortillas de patatas "normal" y con bonito - Muy ricas ambas. Poco hechas, como a mí me gustan.

- Pastel de cabracho - Cremoso y sabroso. Una delicia.

- Bocartes rebozados - Por mi parte, se podrían ahorrar la guarnición.

- Alcachofas con rabo de vaca - Según parece, estupendas.

- Solomillo con crema de patatas y foie - Solomillo tierno y muy sabroso. Muy buen foie. Este no lo compartimos.

De postre:

- Tarta de queso - El único restaurante donde la pido.

- Torrija de brioche caramelizada con su helado - Tampoco es moco de pavo.

- Helados de galleta y de queso de Liébana - Los que los probaron quedaron encantados.

Para beber, un par de botellas de agua, una botella de Lalume 2019 con su cubitera, un par de copas de un Ribera aceptable que no recuerdo, una copa de PX Ximénez Spinola y un par de cafés.

Si funciona, ¿para qué cambiar? :-)

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