Un clásico vallisoletano

Tras varios años sin aparecer por ahí, el pasado viernes decidí hacer una nueva visita a un clásico de la restauración vallisoletana: La Parrilla de San Lorenzo.
Muy céntrico, el restaurante está ubicado en los sótanos de un convento del siglo XVI (o por ahí). Con techos abovedados, distribución laberíntica y decoración acorde a la antigüedad del local, es un lugar sin duda digno de visitar. A algunos les podrá parecer un poco “rococó” pero para mi gusto mejor pecar de parecer que estás comiendo en un museo a que Chicote lo convierta en un Pans&Company.

En anteriores ocasiones, dado que iba acompañado de no vallisoletanos, hice lo que lo aquí estamos obligados a hacer si viene alguien por primera vez a nuestra ciudad, y encima vas a comer a La Parrilla, es decir, comer lechazo asado. Y aunque no me arrepiento, ya que es el mejor lechazo que he comido en Valladolid capital, en esta ocasión me apetecía probar su también famoso chuletón. Antes comimos dos entrantes:
- Ensalada de bacalao y berberechos. Simplemente bien. Le acompañaba una teja de almendra que me pareció excesiva para darle el toque dulce.
- Chipirones en su tinta: buenísimos y ración abundante. Acompañado de un arroz con gambas también muy bueno. Lo peor es que en la carta se mencionaba algo de unos carabineros que en el plato no aparecieron por ningún sitio.

Y después llegó el chuletón a la brasa. De “buey”, faltaría más. No es de tamaño abrumador, pero sí suficiente para dos personas si, como hicimos, te metes dos entrantes antes. Francamente rico, tierno y sin apenas grasa, lo acompañan de un platito con patatas fritas excepcionales y pimientos asados.

De postre, tarta de la monjas. Un pelín decepcionante, mejor que la tarta en sí estaban las natillas que la recubrían.

Buen café e invitación de la casa a chupito.

Carta de vinos con predominio absoluto de vinos tintos, y dentro de estos, Ribera del Duero y Toro (sus dueños tienen otro restaurante, también en un convento, cerca de Zamora). Tengo querencia por probar los vinos “de la casa”, así que pedimos el tinto recomendado, un crianza que, aunque casi me hace caer de espaldas cuando me lo acerqué por primera vez a la nariz, se suavizó bastante con el tiempo, y en boca estaba bastante aceptable. Por 12 €, buena RCP.

Servicio eficiente. Quizás demasiado, que para un día que salgo, no pasa nada porque se demoren algo entre plato y plato.

Todo lo citado para dos personas, más pan, agua, y el IVA que no está incluido en la carta (mal), 76 €.
En definitiva, una ubicación “monumental” en el sentido literal del término, con comida clásica y bien ejecutada, y más barato de lo que podría parecer. La ausencia de sorpresas, en el plato y en la cartera, lo continúa convirtiendo en una de las primeras opciones que hay que barajar para invitar a comer en Valladolid, especialmente, por aquello del lechazo, a visitantes foráneos.

Recomendado por 3 usuarios
  1. #1

    Mtejido2000

    Local antañón por lo que comentas, no obstante pinta muy bien la pitanza. Genial (y divertido) comentario.

    Un saludo, Manuel.

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