Conozco este bar de tapas / restaurante desde hace unos 40 años, cuando iba a comprar los domingos en su bodega los refrescos de los fines de semana.
Ya hace años se especializó en calidad de producto y servicio, con resultado desigual.
Lo visito varias veces al año, pero nunca me sorprende, te puedes gastar fácilmente 50 euros por comensal, pero una media comedida estará sobre los 25 euros, sin grandes dispendios.
Perdió hace años la calidad en sus famosas patatas bravas, en aras de la modernidad y ambición.
Tiene algunas picadas de buen sabor, puntilla, sepionet, etc. Expone gran variedad de mariscos, de los que no tengo nada que decir.
Conserva la estructura de camareros correctamente ataviados y en gran cantidad; mayormente atrincherados detrás de la barra por lo que sorprende la lentitud y poca atención, para lo que presuntamente la dirección sonriente y amable tienen interés en conseguir.
Como impera la mediocridad, los fines de semana está lleno a rebosar, y entre semana tiene buena afluencia.
Yo seguiré visitándolo, por que es lo menos malo que encuentro por la zona.
No reservan mesa, al menos entre semana.