Mejorando lo que había.

Y es que dicho restaurante se encuentra en la misma ubicación (y de hecho así reza en la propia tarjeta del restaurante) de otro conocido restaurante que ha pasado a mejor vida, La Aldaba. He de reconocer que a su anterior ocupante, sólo asistí en una ocasión, pero la mejora es más que evidente.

En primer lugar resaltar la decoración, llamativamente pintadas fachada, interiores, y mantelees en tonos naranjas y verdes, que contrastan con las tenedencias asépticas y minimalistas que imperan hoy en día, cierto riesgo, resultado aceptable, aunque sólo sea por salirse de la tónica. La decoración incluye obras de Jorge Gay, entre otros. Montaje de mesa, cristalería, y demás vestimenta, buena, cumple sobradamente. En lo referente al servicio, inmejorable, cercano, amable y sin saltarse la profesionalidad, debido a las fechas y la falta de clientela, estuvieron atentos los dos responsables de sala de la niña, teniendo en todo momento una sonrisa para ella, e incluso entreteniéndola cuando se puso más rarita (ya es la segunda cocina que conoce :D ).

En cuanto al servicio del vino, puede ser que sea donde tengo el mayor pero, carta relativamente corta, pero que podría ser suficiente, peca un tanto de convencional, pero lo pero es el precio de los vinos, bajo mi punto de vista deberían revisar precios, y es que están directamente multiplicados por dos (con dos salvedades creo recordar, el Blecua y el ¿Valbuena?). Nosotros nos decantamos por un Anayón Chardonnay (18€), y por un 8.0.1 (20€), como digo, el servicio, aun no teniendo nada que reprochar al mismo, no lo vale como para ese sobreprecio.

En lo que respecta a la comida, trabaja con menú cerrado (35 € + IVA), con algún que otro plato con suplemento. Bastante apetecibles todos ellos. Y pudiendo hacer unos entrantes conjuntos a base de dos medios platos sin recargo. La comida consistión:

Aperitivos por cuenta de la casa: Gazpacho de zanahoria y croqueta de cochinillo. Correctos.

Entrantes: Patata rellena de puerros y carabineros con coral de tinta de calamar, rico.
Vieira a la plancha con papada de cerdo y crema ligera de alubias blancas, muy bueno, y la salsa, realemnte ligera, completaba muy bien.

Principales: Yo me decanté por la Crepineta rellena de ternasco con verduras en salsa de oporto y colmenillas (3€ incremento). Muy bueno también, hacía tiempo que no veía las colmenillas en carta y ayudó. Cosistía en una especie de fardel pero con la carne de ternasco en lugar del hígado del cerdo. Pude probar el bacalao, cochinillo y el solomillo, y todo ellos bastante buenos, sin ningún pero.

Y los postres, compartimos dos a dos, la pasión por chocolate (ciertamente para chocolateros, pero muy bueno, y no nos cansó gracias a compartir segundos) y la Pasta filo con manzana y ciruelas al horno con helado de armagñac, refrescante, bien. Para acompañar los postres alguna copa de sauternes y de PX.

Total 5 Menús (a 35 €), los vinos (38 € de los dos), una botella de agua (3€), 3 cervezas al entrar y un nestea (12€), los 4 vinos de postre (23 €, también un poco excesivo), 5 cafés (3 de ellos carajillos) y una copa de Cardhu: 293 € de 5 personas, que aunque parezca una cantidad ya razonable, se fue mucho en el chorreo.

Resumiendo, mejora con creces a su predecesor, y es una opción a tener en cuenta, sin destacar tampoco por encima de otros buenos restaurantes, cumple con creces.

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