Coqueto restaurante en Zaragoza, junto a la Plaza San Francisco, una zona donde siempre ha habido buenos restaurantes, y casi siempre de perfiles similares aunque diferentes niveles: producto, cocina aragonesa, vasca... Y éste sigue la linea, integrándose en el grupo de cabeza.
Esperaba yo algo de corte muy tradicional y para mi sorpresa encontré una sala cálida, con moderna decoración en la que imperan los tonos vivos de gamas verdes y naranjas.
La atmósfera es clásica, pero el lugar moderno, una paradoja que no sé muy bien explicar.
Calidad en toda la equipación (mobiliario, enseres, cuadros…).
Cocina de mercado, de producto, con brochazos de autor. Yo diría que de influencias vasco-aragonesas.
Se trataba de una celebración, y del amplio menú yo elegí:
• Borrajas salteadas con ajos y almendras, huevo escalfado y polvo de jamón.
• Codillo relleno de setas y frutos secos en su jugo.
• Sorbete de piña con espuma de coco.
… que nos sirvieron tras degustar unos logrados y variados aperitivos al centro.
Buen nivel, buen nivel en cocina. Bien de sabor y de presentación.
Las borrajas, en forma de flan, se alzaron sin duda con el premio de “Plato del Día”, pues conformaba un bocado exquisito esa combinación de la verdura de temporada, los ajos, las lascas de almendra, el jamón y el huevo poché encima; el codillo se deshacía en la boca, buena textura aunque adolecía de falta de fuerza; el sorbete logró su cometido, endulzó, desengrasó y refrescó.
Se trataba de una comida de grupo, ya se sabe que en estos casos hay que ser generosos con la calificación del servicio del vino. Así y todo, no faltó quien te llenara la copa, los vinos salieron perfectos de temperatura… Tomamos dos cariñenas de la misma casa: Viña Oria Blanco 2012 y Viña Oria Garnacha 2012, mejor el tinto que el blanco.
En cuanto al servicio, intachable, mucho oficio había ahí.