Prueba evidente de lo sospechosas que son las estrellas Michelin

Un local superfashion pero laberíntico y oscuro. Cuatro mesas ocupadas, cuatro, y una multitud de cocineros/camareros tropezando entre ellos -en plan lavandería china- para demostrar lo arduo que esto de dar de comer. Cocina de tapas (platillos) con ínfulas y explicaciones rimbombantes, pero la mayoría de lo más vulgar, sin imaginación ni oficio. De la decena de raciones, salvaría sólo a dos; de las demás, a alguna hay que echarle cara para decir que eso es alta cocina. Lo mismo con los minimalistas postres, superados por la repostería de la pastelería de la esquina. Ni el menor caso a los productos "vetados" que nos fueron preguntados al empezar; al final y sólo por las protestas de mi acompañante -la cosa ya pasaba de castaño oscuro- uno de ellos fue devuelto a la cocina y sustituido. Bodega extensa, pero con un sommelier que debe hacer poco que se dedica a esto. Vajilla correntilla. Lo dicho: toma la estrella Michelin y corre... pero sepan propios y extraños que en Barcelona hay muchos sitios donde se come mejor, más barato y con menos pretensiones.

  1. #1

    Prisciliano

    Es la mejor descripción del restaurante que he leído...con la que además coincido plenamente. Gracias

  2. #2

    Francescf

    Igual pillaste mal día. A mí me quitaron el café de uno de los postres y me cambiaron el bacalao con espinacas. Con el vino sólo tuve un problema: estaba muy lejos de mí.

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