Ya he comido dos veces en Decó: una en la temporada pasada, para probar los platos que recomendaban las críticas anteriores y hace unos días.
La primera vez vi que lo que prometían era verdad: probé los ravioli de langostinos, la cola de toro. Fantásticos los dos.
Bien, pues si la primera vez me impresionó, ahora que han cambiado totalmente la carta, yo no sé, pero es increíble. La vez que he comido mejor en mi vida. Aluciné con las croquetas de jamón y trufa. No son de este mundo. También tomamos risotto, pero ahora está acompañado de carne, marisco y aromatizado con vino de Riesling (dimos cuenta de una botellita, fantástico). De segundo, probamos un barón de cordero, con unos tomatitos cherry rellenos con piñones y una crema de turrón de macadamia, con la piel vuelta a modo de flor, buenísimo. Tenía además un toquecito de pimienta realmente sabroso. Buenísimo. También tomamos unos canelones de centollo con tinta de calamar y una espuma de manzanilla. Un plato delicadísimo y delicioso.
Rematamos con un tocino de cielo con yogur que no tenía nada que ver con todo lo que he probado hasta ahora. Tenía una bolita de helado de azahar, riquísimo. Y al final, por si me faltaba algo para morir de éxtasis, el chef salió para hacer una demostración de cómo hace las bolas del cristal de dulce de leche, como si fuera vidrio soplado. Para quitarse el sombrero. Nos quedamos sin palabras.
Cuando recibimos la cuenta, realmente me hubiera ido feliz si nos hubieran cobrado el doble. Así que la relación calidad/precio en este restaurante no tiene parangón.
Insisto, la mejor comida de mi vida. Insuperable.

Almuerzo para cuatro personas con menú degustación. Caramelo de vieiras con mayonesa de marisco, ravioli de langostino, foie a la plancha con pera y salsa de castañas, risotto con trufa blanca, salmonete y entrecot. Tabla de quesos y coulant de chocolate. Local totalmente vacío (salvo nuestra mesa). Decoración correcta, acorde con el nombre del local. Temperatura ambiental muy fría que fue corregida pronto con la calefacción. Una sola señora ejercía de jefa de sala, camarera y sumiller. El servicio resultó bastante deficiente. Pululaba alrededor de la mesa haciéndonos perder mucha intimidad, además de mostrarse poco resuelta en las transiciones entre platos y cambios de cubiertos. Presentó los primeros platos, pero no los principales (ni siquiera sé qué carne se nos sirvió... entiendo que era entrecot). El servicio del vino, nefasto. Tomamos un Viña del Vero Riesling blanco, sin que se nos mostrara la botella antes de abrirla, sin permitirnos la cata y sin que se nos proporcionase siquiera un frapé con hielo para mantenerla fría. La comida, presentó demasiados altibajos. Algunos platos fallaban en la temperatura (sobre todo el foie), aunque no en sabor y presentación. El risotto, realmente notable. El pescado, ligeramente pasado de cocción y la carne bastante deficiente. El precio del menú incluía agua, pan y vino, sin sorpresas ni extras, lo cual se agradece.
Se puede probar, pero no es un sitio para repetir.

Unos amigos nos recomendaron este restaurante hace un par de semanas, y no tengo palabras... Es un local decorado estilo años 20-30, con un ambiente muy agradable e íntimo (a penas 12 o 13 mesas). El servicio es estupendo, dejaos aconsejar, en especial en los vinos. Se trata de comida de mercado con platos muy cuidados y una estupenda relación calidad-precio. Nosotros probamos un menú de degustación, pero realmente creo que toda la carta merece la pena. No os perdáis los ravioli de langostinos o el rabo de toro, y el queso Pajarete, increíble. Además tienen un menú a mediodía por unos 15 euros o así. Lleva sólo un par de meses abierto pero creo qeu Decó tiene carrete para largo.

Muchas felicidades en especial al Chef, Jesús Mota, por hacer disfrutar así a sus clientes.