Como dicen algunos comentarios anteriores, hay que ir a visitarlo al menos una vez. No es este precisamente un sitio en el que se respeten la gastronomía, el vino, la moderación y la innovación en la cocina, pero el espectáculo al que asistes por 15€ vale la pena.
Las mesas y sillas son de tamaño bastante reducido y con insuficiente distancia entre las diferentes mesas del comedor. Nada más sentarte te sirven un "aperitivo" compuesto por una tortilla de patata de unos 4-5 cm. de altura, un bol de ensalada y 1 plato de chorizo ibérico.
Para pedir, por supuesto ausencia de carta y recital de los diferentes platos por parte del camarero. Casi que no vale la pena que recite nada porque el mismo pidió nuestros platos. "Demasiadas migas" respondió tras ver que todos los comensales habíamos pedido lo mismo, "les traeré judías blancas y migas". Al final reconocimos que estuvo acertado, las migas eran infinitas. Tanto las migas como las judías estaban buenas, aunque las raciones son desproporcionadas, tanto el bol de judías como la fuente de migas que nos sirvieron eran para compartir entre 2 comensales.
De segundo nos sacó estofado de venado, de jabalí y cordero. Todos ellos buenos, pero sin pasarse. De postre, el flan, sin sorpresas.
Del vino no quiero ni hablar.