No esperéis encontrar lujos ni diseño en este restaurante centenario, acudid a él por la calidad de su cocina clásica catalana. En todas las ocasiones que he ido a este restaurante y son bastantes, siempre el primer plato y para mí como única opción, canelones. Los pides por unidades puesto que en la carta el precio de éstos es por unidad, por lo que en función del apetito puedes ajustar la ración. Mi esposa pidió alcachofas rebozadas, muy tiernas, posiblemente hervidas antes de rebozarlas.
Los segundos, unos clásicos de la cocina popular, pollo de payés rustido con ciruelas, orellanas, pasas y piñones y perdiz a la col. Platos que requieren tiempo y cariño por la lenta cocción, aquí no valen las prisas.
Un cava Mestres Coquet brut nature gran reserva maridó perfectamente con todos los platos.
Dos cafés.
Si me permitís un consejo, os recomiendo ir a primera hora para evitar largas esperas puesto que tanto la cocina como el servicio se ven superados.