Bien lo defines con esas última palabras: un templo del vino y un lujo; donde Antonio trabaja y disfruta para hacerte feliz.
Saludos
Antonio ha conseguido el sueño de la mayoría de las personas que, para vivir, necesitamos trabajar, aunque en los tiempos que corren, tener un trabajo ya es un sueño, disfrutar y apasionarte con lo que haces es lo máximo, eso es lo que hace Antonio en Dom Vinos.
Pasión, espero que no la pierda nunca, porque eso es lo que transmite y lo que hace que tu experiencia en Dom Vinos sea un placer.
Estando en la Costa del Sol, no podíamos desaprovechar la oportunidad de visitar Dom Vinos, para evitar riesgos, reservé con tiempo, ya que he leído aquí que el local es pequeño.
Ya durante la conversación telefónica, Antonio hizo gala de su educación y profesionalidad.
La bienvenida no fue menos cálida, nos sentamos en una mesa en la esquina.
Una vez sentados y después de un aperitivo, pensamos que lo mejor era ponerse en manos de Antonio, que nos trajera lo que el creyese oportuno, nos dijo, pues vamos a darnos un homenaje… Cumplió su palabra.
Cada plato y cada vino tenía su historia que Antonio nos desvelaba contagiando la pasión antes comentada.
- Para empezar unas bolas de foie con mermelada de cebolla, que tomamos con el Tio Pepe en rama del aperitivo, un sutil comienzo.
- Esturión ahumado, Antonio nos comentaba que habían repoblado un rio local y lo traían de allí, nos sorprendió muchísimo la persistencia del ahumado en la boca. Para el esturión, un Algueira Cortezada, de la Ribera Sacra, un blanco con crianza, los nuevos blancos, en palabras de Antonio.
- Un arroz a banda, en su punto, sabroso, regado esta vez, con un rosado muy cercano a un tinto, Pago Ayles, primer vino de reconocido de pago en Aragón.
- Pringaita en dos versiones, un mini bollo con la carne de cocido desmenuzada y otro, un par de cucharadas de garbanzos con su carne, espectaculares los garbanzos, que sabor!!. El vino un Milú tinto D.O. Ribera del Duero, fresco, poco clásico.
- Lomos de atún, cocinados lo justo, porque la materia prima era un lujo, uno de los triunfos del menú. Seguimos con el Milu.
- Unas galtas que se deshacían, aliñadas con un aceite de trufa, otra victoria, esta vez regada con Finca Moncloa que le vino perfecto.
- Casi acabamos con una tabla de quesos y un Palo cortado Leonor, aquí ya levitábamos.
- El punto dulce, en un vaso una crema de merengue con fruta como gran colofón.
El vino un Ariyanas dulce del que Antonio comentó que se sentían (los malagueños) muy orgullosos, y damos fe de que pueden estarlo.
Hay que decir que íbamos con nuestros dos hijos, a los que Antonio les preparó su propio menú, unas mini burguer y un secreto ibérico. Los monstruos dieron cuenta de ambos.
Acabé ( yo solo) con un gintonic, la experiencia fue redonda, un menú maridaje sensacional, las explicaciones, la dedicación, y la pasión de Antonio ( y por su puesto el buen hacer en cocina) aún lo elevaron mas arriba de lo que esperábamos.
Un templo del vino y un lujo.
Bien lo defines con esas última palabras: un templo del vino y un lujo; donde Antonio trabaja y disfruta para hacerte feliz.
Saludos
Así es, si eres feliz con lo que haces, tienes muchiiiiisimas posibilidades de hacer felices a los demás. Un saludo.
Pero no todos intentan ser felices. Hay quienes disfrutar dando trompazos.
Gracias y saludos
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