Viernes noche, poca clientela, el verano es criminal para los locales de la ciudad, todo el mundo huye al campo y la playa.
El local es amplio, luminoso y muy bien acondicionado. El estilo no es el mío, pero eso es una apreciación muy personal. Es elegante, retro, con lámparas de lágrimas y decoración de cuando mi abuela,con papel o tela en las paredes. Pero elegante. Las mesas inmejorables. Copas Riedel.
La atención impecable,las cartas de vinos y platos muy correctas, con muchas sugerencias y tentaciones.
Tomamos tres entradas para compartir, ensalada de pulpo, ensalada de perdiz escabechada con setas, y chipirones con habas y ajos tiernos. Solo una pega al escabeche, muy fuerte para nuestro gusto.
De segundos, pescados de playa, suquet de peix y bacalao con pisto. Todo muy bueno.
Postres excelentes.
De vino Guitian sobre lías, le pregunté a Maite que tal con los platos que habíamos pedido y me dijo que muy bien. Supongo que no fue diplomática, a nosotros nos armonizó bien.
Copas de vino dulce para acompañar a los postres y un excelente café Montecelio. Estoy inmerso en una cruzada por que los cafés del final de las comidas sean del nivel de lo ofrecido con anterioridad. Algunos te arruinan el postre.
En conclusión cenomos bien y muy bien atendidos.
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