En un viaje de vuelta de Cantabria, decidimos hacer parada y fonda en la monumental villa de Lerma, en la que hacía tiempo que no parábamos. Presidiendo su plaza mayor, una de las más importantes de España, se encuentra el Palacio Ducal, sede del parador. El comedor ocupa un lateral de palacio y es grande y espacioso, con esa atmósfera tan especial de los paradores clásicos. Mesas con buena separación.

La cocina es la típica de estos establecimientos, buena pero no brillante. Pedimos el menú de parador que constaba de un entrante de queso de la zona, morcilla y chorizo de Burgos y una sopa castellana correctos, una merluza con pisto sabrosa y fresca y un “combi” de asados castellanos (lechal y cochinillo) de buena calidad y correcto punto de asado, con patatas panadera incluidas. De postre, un enorme y casero plato de natillas. Lo dicho, bien, pero no especialmente brillante.

La carta de vinos es excesivamente previsible y bastante cara. Además las copas con el símbolo de paradores no acompañan mucho. El menú venía con dos copas de vino, un blanco y un tinto de la DO Ribera del Arlanza que no estaban mal del todo. Paradores debe intentar mejorar en este aspecto. Servicio amable y efectivo.

Pues eso, un Parador más. Se come razonablemente bien y no demasiado caro, el menú que pedimos eran 37 euros y no me pareció excesivo para lo que recibimos. Lo mejor sin duda, la atmósfera palaciega. Lo peor, los niños gritones y recalcitrantes y peores todavía sus padres, que no los controlan y les dejan campar a sus anchas. Y luego nos quieren echar a los fumadores…hay que joderse.

El sitio es impresionante. El restaurante de lo más normalito y los precios de los vinos exagerados, en algunos riojas son absolutamente abusivos. Los camareros se lo toman con calma así que olvídense de las prisas. Recomiendo la tortilla de patatas que ponen en un bar justo al otro lado de la plaza y luego tomar aquí un café en la terraza cubierta para seguir el camino.

Como en casi todos los paradores, la cocina deja que desear. No es mala, pero tampoco está a la altura que parecería lógico para esta gran cadena hotelera (¿para cuando la "gran revolución" que los haría imprescindibles?). Sin duda lo mejor es el entorno, dentro del palacio Ducal de Lerma. La comida es correcta sin más (a veces no es poco). Tomé parrillada de puerros de Sahagún con jamón ibérico y manitas de cerdo rellenas. De postre crepes de crema. Bebimos Sueños del Duque reserva (VCPRD Arlanza) y con el postre Palacio de Bornos Sauvignon Blanc semidulce. 50 euros pax.