Mucho ruido y pocas nueces.

El local tiene encanto, y mucho, pero sólo en su decoración y ambientes.
La carta, de comida y vinos, pobre, a pesar de la carta de sushi que han añadido.
Y el servicio, lento y despistado (a pesar de que el local estaba casi vacío). Su concepto del buen servicio era preguntar ¿qué tal? al final de cada plato.
Pedimos un entrante de sushi que no sabía absolutamente a nada, a pesar de que era de atún fresco, y una ensalada que para colmo de males venía con salsa equivocada. Ni un "disculpe" y por supuesto ni un triste aperitivo para suavizar la espera.
Los platos principales, chuletitas y salmon, estaban ricos, aunque la presentación pobretona.
Y lo peor viene en los postres, cuando al pedir una selección de postres, nos traen cuatro trozitos de tartas más industriales que las de mercadona. Pa llorar. Y un chupito o algún detalle pa terminar la cena? Por supuesto que no.

Y todo eso, junto con una botella de vino blanco normalito, nos salió por algo más de 40 euros por barba.
Por supuesto, nada recomendable
Por supuesto, nada recomendable.

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