Con destino a otro local tras la visita guiada por la ciudad y con intención de terminar en el castillo de Bellver, afrontamos la necesidad de un plan B con muchos locales cerrados por estar fuera de temporada turística; de las alternativas en este lado final del paseo marítimo me fié del siempre buen criterio de @JOSERUIZ (también cuando era más joven) y viendo que subía gente bien vestida lugareña (ningún aparente turista) nos decidimos a subir las escaleras del primer piso, ya que la terraza no estaba abierta y amenazaba lluvia.

El local es amplio, elegante, de señorío algo rancio, con buena distribución de mesas a dos alturas, con servicio de sala con trienios y entramos sin reserva. Unos tentadores y amplios ventanales al puerto dan mucha luz y buenas vistas; el encargado tal y como entramos ya me cala y me advierte que lo siente que las dos mesas vacías junto a los ventanales están reservadas y que por eso nos coloca en segunda línea pero que tiene también buenas vista ya que estamos a la altura del primer piso. Y así es. 

Amplia mesa, bien vestida con buenas cristalería, sillas cómodas, cubiertos y vajilla clásicos desde hace muchos años. La carta de bebidas es suficiente con predominio de locales y vinos clásicos. Dado que el paseo por la ciudad más el de búsqueda y captura de local estábamos con más sed, se nos fueron los ojos detrás de una enorme sangría bien preparada que al final no preguntamos pero que me pareció, como hace en estas islas, hecha con cava. El servicio, en general, muy muy profesional aunque algo distante.

La carta de comidas nos ofrece un par de menús (30€ y 50€) ambos con bebidas más la carta general con bastantes opciones de platos. Observados los alrededores, casi todos van por los menús y dado que ambos tienen arroces, ahí nos quedamos. Nueva observación a los vecinos y vemos que los arroces tienen composiciones demasiado turísticas/creativas (en el menú hay un arroz de chuletón) salvo el de bogavante con lo que nos decantamos porque el plato principal nos acabe de decidir. El tipo de cocina, elaboraciones y presentaciones de clasicismo absoluto.

Así fue la fiesta de los 4 viajeros, compartiendo los primeros y eligiendo los segundos:

. frito mallorquín: ganas de probar un plato local que mereció la pena.

. 2 x calamar a la romana estilo casero: similar a la andaluza y no encontré motivo diferencial. Correctos.

. pulpo a la gallega: buen material, buena base de aliño de pimentón y en el centro una bola de un puré (algo más consistente para coger forma) de patata notable. Recomendable.

. rape con gambas suavizado a la crema: una elaboración clásica con buena materia prima y amplia ración; acompañan unas verduras rehogadas en buen punto.

. entrecot a la pimienta verde: de nuevo un clásico desde hace décadas, buena ración, con la misma guarnición, bien preparado.

. 2 x arroz de bogavante: sin duda un acierto, ración para 1-2 comensales más (algunos vecinos se llevaran tapers para casa) de un buen arroz, en buen punto, bien de fondo y con un bogavante de tamaño superior también con buen punto de cocción, nada seco; unos mejillones testimoniales eran el complemento. Muy bien.

. gató con helado: se trata de un pastel (gateau castellanizado) a modo de tarta de Santiago (almendra) con su correspondiente bola de helado: buena ración, buena tarta y helado. Bien.

. carpaccio de pera con reducción de vino tinto: innovadora (¡!) presentación de un postre clásico en base a laminar la pera. Bien.

. panacota casera: referido con normal sin ganas de repetir.

. helado de la casa con frutas del bosque: referido como correcto.

Añadimos dos cafés finales y sin sobremesa y sin ganas de subir al castillo, pero lo intentamos. El navegador nos confundió y acabamos dejándolo para el día siguiente.

Comentamos que al final salimos bien parados porque el sitio, siendo muy clásico, es agradable, cómodo, con buenas vistas y el arroz estaba sobresaliente. El viaje se trataba de hacer cosas diferentes durante el día y seguir con comidas (cocinas) diferentes, en locales diferentes, de ciudades diferentes. Y vamos cumpliendo.

Faltan algunas fotos que está en el móvil pero no consigo sacarlas. Quizás algún día las suba.

. 

Restaurante con solera. Nada más entrar, se adivina que fue un grande. Tiene elegancia y solera, y luce orgulloso fotografías de las visitas de famosos y comidas de trabajo de "Casa Real S.A"....-)
Realmente queda algo anticuado y les sugeriría ,con toda humildad, cierta renovación a los nuevos tiempos. Por algo el Rey lleva más de 3 años sin visitarlo, según comentó el dueño.
De todas formas, disfrutamos la visita. La comida correcta sin extridencias. Buena materia prima. Nos decantamos por supuesto por mejillones (bien) y la paella "pelada" de la casa (bien pero mejorable)

Comidad de trabajo. Buscando un lugar de arroces y preguntando a lugareños nos indican este restaurante. Al parecer tienen dos locales, uno en el paseo maritimo comentado anteriormente y éste al que fuimos nosotros en las avenidas. Discrepo totalmente de comentario anterior.
Entorno: tirando a mal. Servicio: servicial aunque poco lento. Manteleria con agujeros de cigarrillos en todos los manteles (nos cambiamos varias veces de mesa) Y cubertería y vajilla deteriorada y obsoleta, da mal aspecto.
Y lo principal: el arroz. Comimos arroz y marisco, y como mucho doy la nota de regular hacia mal en cuanto a sabor y textura, algo aceitoso y sobrotodo penalizar el marisco que era congelado y además muy mal descongelado. Las gambas ni se podian pelar. Muy deficiente. Lo mejor las croquetas de marisco que nos tomamos de aperitivo, pero lo que es el arroz, muy desafortunado, para un lugar "especializado" en arroces.

Situado en pleno paseo marítimo, en una entreplanta con vistas al puerto, con una decoración moderna, pero pasada de moda, anticuada, de cafetería acristalada.

Se trata de un restaurante cuya especialidad son los arroces, hasta veinte elaboraciones distintas. Los entrantes son clásicos basados en productos del mar fundamentalmente, también dispone de unas cuantas elaboraciones de pescado e incluso algunas carnes, aunque parece ser que a Sa Cranca, se viene a comer arroz. El apartado de postres también podríamos denominarlo como propio del recetario clásico, de buena ejecución. La vajilla y cubertería suficientes aunque no destacables. El servicio es atento y dispuesto, muy profesional, de estos que casi no quedan en la isla.

La carta de vinos no es demasiado amplia, clasificada por tipos y DO’s, sólo las que están representadas, sin reflejar añadas y a precios de tienda x 1.70. Ofrece unos cuantos vinos por copas, en genérico, para acompañar los postres. La cristalería sin ser de marca constatable, es de cristal fino y forma adecuada. Se observa la liturgia del vino en su servicio, aunque no en su totalidad.

Tomamos de entrante un Carpaccio de salmón con salsa de avellanas y seguidamente una paella ciega (de senyoret) de mariscos, que estaba estupenda de sabor y perfecta de punto de cocción, la cual armonizamos con un Waltraud del 2006 y agua mineral. Como repetimos de arroz, no tuvimos sitio para el postre, tan sólo un café, todo ello nos costó, para dos comensales, 70,83 euros.

Recomendable por sus arroces y por el diligente servicio.