Vista la adoración casi unánime que en esta web se profesa hacia Vins i Més, decidimos visitarlo (y de paso, ponerlo a prueba, jojojo) durante el concurridísimo fin de semana de Ferias en Gandía.
La reserva la realicé el martes, para cenar el sábado. Debo decir que ya sólo pudimos disponer de mesa (para 2) en el primer turno -de 21 a 22:30-, lo cual dice mucho sobre la demanda de un hueco en el restaurante. Al llegar nos atendió un chico muy amable y atento (el famoso Rubén, intuyo) que nos sentó en una mesita bien vestida y ubicada, pese a lo diminuto del local. A nuestro alrededor, una decoración basada en una pared tapizada de pizzara, en la que se incluyen precios por copa de vino, denominaciones de éstos y opciones varias e imagino que más cosas que escapaban a mi perspectiva; el resto del local presentaba colores calidos y acogedores, una pequeña bodega bien surtida y dispuesta (a la vista, cosa que valoro especialmente), alguna cava más lejana. En resumen, buen entorno siempre que se salve el inevitable cáncer de la aglomeración en estas fechas (la mayoría de mesas que nos rodeaban eran de más de 6 personas, lo cual implica voces, ruido, carcajadas...decibelios). No obstante, son daños colaterales que se sufren en no pocos lugares de cierta fama.
Una vez acomodados nos llevamos la primera sorpresa: en Ferias únicamente trabajaban con dos menús. Uno centrado en los platos al centro, llamado Pica-Pica (creo, 24 € por persona) y otro muy parecido a éste, llamado Firer, que incluía (por 26 €, si no me falla la memoria) un plato de carne o pescado. Dad la similar configuración de los mismos, comimos lo siguiente: "Delicias de Ontinyent" (se trataba de un plato compuesto por una degustación del afamado embutido de de dicha localidad: longaniza de Pascua al cabrales, sobrasada a la naranja -muy rica-, salchicón con nueces, morcilla con pasas... Bien para abrir boca); surtido de croquetas (una de jamón ibérico - que se veía y se "sentía", un hurra por las corquetas de verdad, otra de rabo de toro con algo que no recuerdo también con muy buena textura); ensalada (con habitas baby, alcachofas -conserva-, mezcla de lechugas y un par de anchoas. Todo ello aliñado convenientemente. Pasable, sin más); crujiente de gambas (del que aparte de su aparición en la carta, nunca más se supo...no está en mi estómago, así que lo consideraremos en "paradero desconocido"); patatas a lo pobre (ración para compartir algo escasa, pero tampoco juzgaría necesario que fuera mucho más grande. Las patatas bien de textura y sabor, el huevo en su punto y el jamón se podía comer. Un consistente entrante para finalizar la tanda); posteriormente, pasamos al plato en sí. Comimos un entrecotte acompañado de puré de patatas, la carne en su punto y sabrosa, pero no de las mejores que he comido eso sí; y un bacalao confitado, acompañado de pisto y alioli, muy rico aunque de nuevo algo escasa la ración. El pisto sabrosísimo; para finalizar, un postre (tarta de queso bárbara y tarta de manzana directamente para el recuerdo, bañadas por chocolate caliente y acompañadas de helado, MUY BUENAS AMBAS).
Salvo el bullicio y el olvido, seguro que sin mala fe, del crujiente de gambas, me pareció un menú muy bien pensado; la visita sufrió las limitaciones de no poder pedir a la carta (algo que deseaba a la vista de los comentarios), pero no estuvo mal. La RCP más que correcta (en el menú incluyeron un agua, una coca-cola light, los cafés y el postre), así que todo lo anterior nos salió por 52€ + 15 € de un Beryna '05 servido a temperatura correcta pero nada más (ni dado a probar...aysss...).
En definitiva, me pareció un sitio muy decente, pero bastante alejado de la citada "veneración" de la que es detentador en esta ilustrativa página. Tendré que volver en invierno, cuando todo esté mas tranquilito, para poder descubrir de verdad la maestría y el buen hacer de Vins i Més. Cosa que haré a juzgar por el esfuerzo que percibí por parte de su personal, en una fecha tan poco proclive al adorno y la atención personalizada.