Una temporada de grandes altibajos futbolísticos pero una buena temporada de resultados gastronómicos. Esta crónica (y casi todas las de esta temporada) vale por dos ya que podíamos escribirla al unísono Mr. Moliner y yo ya que codo con codo (literal) nos sentamos frente a la cocina del amigo Alejandro.
Con pocas perspectivas en la pantalla (jugar fuera de casa tras estrepitosa derrota con el Athletic y pendiente de recibir al Atlético y todo en 7 días) nos hace buscar perspectivas más halagüeñas sobre el mantel: cochinillo como base de la cena.
Aperitivo durante la primera parte futbolera:
las clásicas patatas fritas de la casa: grandes lonchas de patata casera hechas como papas más las aceitunas típicas y tópicas con las correspondientes cervezas, agua con gas y algún refresco.
Menú de cena para 8 sufridores de pantalla y disfrutadores de gastronomía:
. ostras (1 pp) del Delta: con limón y sin nada añadido: buenas piezas, con el punto dulce líquido de la zona. Un producto que el cocinero se limita a abrir sin más. Nos comentan que lo de la ostra valenciana no está muy claro en sus orígenes actuales desde el traslado de las bateas con las obras del puerto.
. segundo pase de ostras (1 pp): mismo producto pero esta vez con una ligera salsa con wasabi: buscando algo diferenciador; al menos no lo empeora.
. clásica ensalada de ventresca: con bue tomate, rodajas de pimiento y cebolla y espaguettis de remolacha y sobre ellos unas lonchas de buena ventresca.
. entraña: fileteada, asada en buen punto, con chimichurri y rúcula salvaje, con su puntito picante (¿tabasco?). Visto y no visto en el plato.
. pulpo (patas) a la brasa: acompañado de patatas en rodajas y asadas con pimiento rojo, pimienta negra y sal: alguna patata se llevó toda la sal, pero un conjunto y presentación del pulpo menos habitual; muy buen punto del pulpo. Lástima que solo tenga 8 patas.
Actor principal: un cochinillo entero, hecho al horno, tierno, sabroso, jugoso acompañado de patatas caseras fritas y algún pimiento de Padrón de los que ya no pican nunca. Un pero: la piel, se quedó gomosa, muy gomosa. Dicen que con un chorreón de limón y fuego fuerte en los últimos minutos no falla la piel, pero aquí el cocinero se distrajo. Quizás la emoción de que íbamos ganando el partido contra pronóstico le hizo descuidarse.
Postre: la fruta cortada (melón, fresas, kiwiy los helados, esta vez de Ferrero Rocher y otro de miel con crujiente de miel, buenos y distintos. Pero sobre todo ese tocinillo de cielo perfecto de consistencia y dulce.
Para beber: Gloriosos magnum (no recuerdo si 2 ó 3), y el agua que hiciera falta que no fue mucha.
Ante la sorpresa de ganar fuera de casa, Alejandro nos mostró un curioso champagne brut de Henri Abelé, conmemorativo de los 100 años del Titanic de coupage de uvas.
pero la celebración fue con Jaillance, cuvée Impériale, con solo 7º, un espumoso también curioso.
No faltaron los cafés, infusiones y chupitos varios. Hoy la gente no se fué antes de tiempo. Hoy (como excepción) tocaba disfrutar, mañana ya veremos.