Situado en una zona relativamente céntrica, se encuentra el Restaurante Ana Saz.

La primera imagen es la de un restaurante pequeño -con aproximadamente capacidad para 24 comensales- y limpio. Posiblemente sean demasiados para el local (más por lo que luego se comentará)

Decoración austera y funcional. Ambiente, a mi juicio, bastante ruidoso, si bien el hablar alto es una tónica generalizada.

Mantelería, cubiertos y copas aceptables. Mesas un tanto pequeñas, con un espacio de separación entre todas ellas bastante justo.

Tiene diversos menus (28 euros/22 euros) y una carta relativamente amplia de cocina de mercado.

Por lo que respecta al menú de 28 euros yo tomé un excelente carpaccio de ternera con mostaza de grano y, de segundo, una lasaña de cabracho con carabinero realmente sabrosa. Mi mujer, un carpacho de carabineros y rape -inferior al de carne- y una merluza, a mi juicio, pasada de cocción (a mejorar). Hubo un pequeño aperitivo y de postre un excelente helado de queso idiazabal con membrillo. Diversos tipos de pan.

En cuanto al vino, un servicio regular, pudiendo tomarse los vinos por copas, lo cual acrecienta severamente la factura -4,80 euros por 2 copas de mesache, excesivo a mi juicio-.

En cuanto a la carta, la misma cuenta con 4 tipos de carne y 7 tipos de pescado, algun marisco -el bogavante en guiso, tomado en otra ocasión, ciertamente sabroso-. 8 entrantes, entre los que destacan los carpaccios y arroces (estos últimos por encargo).

Y el punto más debil: su exasperante lentitud. Ya lo avisan, justificándolo en que "sus platos se realizan con una esmerada elaboración" -¿no es esto exigible siempre?-.

Cuando el restaurante está lleno se ven superados, siendo peligroso ir tarde, pues la espera se alarga todavía más. Aparte, solo hay dos personas -no especialmente simpáticas- para atender la sala. Debe mejorarse -y mucho- este concreto aspecto. Recomendación: ir siempre pronto.

Para ir de vez en cuando y sobre aviso.

Cocina tradicional sin grandes complicaciones, un minilocal bastante acogedor (aunque el mobiliario no es muy allá) y trato informal (que a veces también se agradece), carta de vinos un poco justita, aunque muy bien de precio (menos de 5 € de sobre precio). Un carpaccio de ternera bastante rico, unos chipironcitos a la plancha sensacionales, y una lubina al Orio que hubiese estado excepcional (buen producto), si la hubiesen sacado 5 minutos antes del horno, pero sin duda, lo mejor, la carrillera de novillo al vino tinto, y el postre con un milhojas a base de frutas ácidas, y reja de chocolate, y acompañada de una tulipa de helado de parmesano soberbio. El precio ya no es tan tradicional, 40 € por barba, bodega aparte (25 € de un Secastilla).
Como curiosidad, nos invitaron a una copa de PX Noe, y sin embargo, nos cobraron un par de copitas de manzanilla La Güita a 3,5 €, debiendo mejorar el servicio de ambos, ya que nos lo sacaron en vasos de chupito altos.