Cambios en el banquillo

Tras las vicisitudes familiares se producen novedades pasando Yolanda a cocina y Santi a la sala. Cambios que hacen mejorar mucho las sensaciones cuando te levantas de la mesa. No cambia el producto que sigue siendo de buen nivel ni la cocina con un trato y emplatado sencillo porque aquí lo importante es destacar el material.

Hay ahora una terraza (mesas en la acera) exterior agradable que también se llena y que al menos compensa la necesaria separación de mesas del comedor interior. Pero sigue siempre lleno y con frecuentación de clientes habituales. Por algo será.

Hoy somos dos para comer con invitación externa (ni tan siquiera está presente) con reserva en la terraza con mesa pequeña pero con mantel y servilletas de tela. Un buen pan caliente que hay que moderarse porque apetece mojar en los platos. Para beber una Radler y dos copas de Oinoz 2020 un verdejo de buena relación calidad/precio de Carlos Moro bien servido en mesa aunque no se me planteó consultar opciones ni tan siquiera en carta.

Para comer:

. aperitivo: cabeza de jabalí: un par de lonchas de calidad más que correcta.

. boquerones fritos: tersos sabroso, perfecto rebozado y fritura.

. calamares en su tinta: tamaño pequeño, muy sabrosos y tiernos.

. gamba roja: tamaño medio perfecta preparación, algún sobrante de sal pegado. Muy recomendable.

. principal: optamos por dorada salvaje, media, preparación sencilla con aceite ajo y perejil. La otra opción un buen chuletón de ternera gallega, blanca, tierna, buen punto de fuego; ambos con la misma compañía unas pocas patatas a lo pobre y algún pimiento. Con poco más de mejora de la compañía del elemento principal daría una mejor sensación sobre todo visual.

. postre compartido: crema tostada con helado con fruta un poco líquida la base de la crema. Llena más de lo que aparenta.

. cremaets: bien de sabor aunque faltos de granos de café y trocito de limón.

Santi en la sala es imprescindible, su presencia hace que la experiencia sea muy superior, mucho más cuando no hay carta de comidas y es él quien te lo cuenta a pie de mesa; y ¡cómo te lo cuenta! como si le fuera la vida en ello y te hace salivar solo de oírlo: hay gente que se sorprende no sabiendo lo que hay para comer (y sus precios) por la falta de carta de comidas; creo que un pequeño papel diario con los platos y sus precios salvaría la papeleta de sorpresa de los no habituales, sin que se perdiera lo bueno de las explicaciones de los platos del día y su descripción detallada a pie de mesa. Ya se corrigió el mismo problema con los vinos haciendo una carta de vinos después de muchos años, y con la cocina de mercado del día, sería más llevadero para los que no frecuentan el local.