Un restaurante agradable y acogedor. Creo que a tener en cuanta por algo más que sus setas.
Empezamos con un original carpaccio de trufa. Un plato un poco empalagoso porque es exactamente eso: trufa fileteada muy fina con un poco de aceite. Pero no hay quien le niegue la valentía al plato.
Una ensalada de vieiras riquísima, lo mejor de la comida.
El rape con salsa de setas fue muy alabado.
Y las manitas de cerdo muy ricas, pero con el defecto de haber dejado muchos trocitos de huesos astillados.
Se echa en falta algo de guarnición, tanto en el pescado como con las manitas.
Como postre la crema de queso estaba deliciosa. No tanto el helado de romero.
La atención es correcta pero seca, muy castellana. Excepción hecha de la propietaria, mujer agradable y con muchas tablas.
Servicio de vino correcto.

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