Me pasa en pocos restaurantes, el Bohio con su ropa vieja por ejemplo, me refiero a eso de entrar en un local y por los aromas que percibes o los sabores que experimentas te acuerdas de algo que ya has vivido, lo llaman Déjà vu los finos.
En la Cocina de María Luisa, según entras, empiezas a percibir esos aromas de fogón que me han recordado a cuando subía a casa de mi abuela y la pillaba haciéndonos la comida. Salivar desde el minuto cero.
Varios salones, incluidos algún reservado independiente, que se agradece para esas comidas de empresa, mesas bien vestidas, separación correcta y ambiente tranquilo y amable.
Unos boletus salteados tan sencillos como exquisitos, las delicias de acelga de obligado cumplimiento, las setas de cardo de hacerse un bocadillo, un lomo de ciervo y un solomillo al foie bien buenos, y una manita de cerdo de repetir si no fuese por la esplendida ración que te sirven que te deja bien servido, estupenda.
A los postres llegas justito, por lo que los buñuelos de plátano pueden resultar ya pesados, a mi me han gustado mucho, pero ya ha sido por no dejarlos en el plato. Queso fresco con nueces mas ligerito.
Todo regado con un par de Juve Camps rosado, algún café y un par de GT de 209 para rematar.
Servicio de sala atento, con María Luisa al frente preguntando por las mesas "que tal?" más allá del mero compromiso o pose, verdaderamente preocupada por que todo estuviese a tu gusto.
Carta de vinos variada y suficiente.