A tres minutos andando de la playa de Pinedo, pero escondido entre las calles aledañas se encuentra este amplio restaurante heredero del histórico La Genuina.

Ocupa los bajos de un edificio de construcción reciente. Dos zonas, barra y salón amplio. Luminoso pero decoración fría (como el servicio) y con poca personalidad. Las sillas merecen renovación.

Respecto a la comida. Entrantes típicos valencianos, nosotros pedimos un sepionet bastante decente y unas muy buenas clótxinas.

El arroz, una paella valenciana. Traía caracoles y sorprendentemente también pato. Correcta sin mas. Bien de punto y bien de sabor, pero a mi gusto, la veo algo alejada de las grandes paellas que he comido en otros templos paelleros.

Postres. Buenos flanes caseros de diferentes elaboraciones, queso, café, chocolate... y un muy buen arnadí algo cutremente decorado.

En definitiva, un restaurante correcto a un precio correcto, pero de los que no enamoran. Tendría que repetir para confirmar o rectificar.

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