Teníamos muchas ganas de visitar este restaurante del que tanto había oído hablar y tanto había leído en Verema, así que aprovechando las pascuas nos plantamos en Almansa.
Restaurante bastante amplio, con buena separación entre mesas, mobiliario cómodo y luz tenue que, al ser a mediodía, te deja en estado de jetlag, aunque personalmente no me molesta.
Pues como íbamos totalmente dispuestos a dejarnos hacer, escogimos el menú gastronómico de temporada con maridaje de vinos, por 53 (+8% IVA).
Empezamos con los snacks de la casa perfectamente presentados, al centro de la mesa y para compartir. El ajopringue manchego exquisito, el mejor de los snacks que probamos; buenas las pieles de bacalao crujiente con alioli; interesante el pimiento seco y frito y algo más frío me dejaron los bombobes de romesco y los frutos secos garrapiñados.
Buena forma de empezar la comida y buena elección con el vino de inicio (Adaras blanco selección 2009) y cerveza Inedit para mis acompañantes.
Pasamos a las tapitas sorpresa, presentadas todas a la vez pero en un plato individual a cada comensal. Me gustó mucho la presentación de estas tapas, donde destacó la coca de pan con tomate y una sardina salada con mojete manchego... sencillamente exquisita. Caracolillos en infusión de hierbas, homenaje a la típica tapa de los bares de los zona; los berberechos al natural con gelé de Martini y espuma helada de agua, producto y más producto con un juego de temperaturas y textura, muy bueno también.
Continuamos con los platos principales, caballa en semicuración, exquisita: pasamos de los juegos (sin desmerecer) a las palabras mayores. Un plato que ya te pone a la altura de la situación.
El siguiente plato en salir me dejó algo más indiferente y creo que no supe entender, o no supe comer su yema de corral a la plancha con papada de cerdo y judía verde... Un plato que me pareció algo insípido y al que no le acabé de encontrar el parecido a nada, supongo que no entendí el juego. Pero si por segundos temí que las tremenda caballa había sido el culmen de la cocina del Maralba, unos salmonetes de roca con alcachofas y collejas silvestres, despejaron mis dudas. Un plato redondo en el que el producto brilla por su calidad, por su textura, su punto de cocción... El juego con la alcachofa y el uso de las locales collejas que tanto me gustan, lujo y rusticidad en un solo plato.
La carne fue otro espectáculo, cierva con hinojo en su punto, con un sabor intenso, mínima intervención sobre el producto y máximo mimo. De nuevo otro plato que roza la perfección.
De postres tomamos una mousse y helado de azafrán y de la mancha, un postre bastante fresco y de sabor intenso. Seguimos con un mantecado de vino, muy muy bueno, bien equilibrado los sabores más dulces con los frescos que lo hacen más ligero. En cocina tuvieron el detalle de ofrecernos un tercer postre a la espera de los quesos que pedimos, un bombón de chocolate negro con espuma de praliné y coco: un postre imperdible para los amantes del chocolate, con los sabores del turrón de la cercana Xixona.
La tabla de quesos exquisita, con representación internacional. Esto estaba fuera del menú, pero habíamos oído hablar muy bien de la selección de quesos de Maralba, así que nos decidimos a probarla. El vino escogido para esta ocasión fue un Moscatel de la Marina de Enrique Mendoza.
Buen servicio en sala, incluyendo el servicio del vino, las copas, la selección de vinos escogidos para el menú, la cercanía y eficiencia del personal de sala.
En lineas generales he de decir que el restaurante Maralba me sorprendió para bien, y eso que íbamos que unas expectativas muy altas. Cocina moderna pero con raíces, con los pies en la tierra en la que se asienta este restaurante, algo que cada vez valoro más. No faltó demostración de dominio de la técnica, del conocimiento del producto y del mimo de la materia prima.
Al final la factura ascendió a 70€ por personas, pues el menú no incluye el pan (3€ por persona +8% IVA), ni el agua pese a haber elegido el menú maridado (3€ +8% IVA). A esto le añadimos el extra de la selección de quesos (6€ por persona +8% IVA) y las infusiones y cafés (2,79€ +8% IVA), incluyendo petit fours. Así pues, la factura se dispara sensiblemente, lo que lo hace un restaurante de RCP ajustada, sobre todo en los extras. Cuando volvamos, tendremos cuidado con estos detalles, pero como era la primera vez y queríamos dejarnos hacer, no me arrepiento de nada.