Nada mas atravesar la puerta de entrada sorprende la majestuosidad de la tienda de vinos. Hay vinos para aburrirse, cavas, champagnes, licores… Imposible verlos todos, un maravilloso escaparate para volverse loco.
Me gusta la manera como los tienen, se ven a la altura de la vista, no hay que agacharse para buscar en los estantes de abajo, se ven perfectamente las botellas, retroiluminadas por detrás sobre fondo blanco para apreciar el color del vino.
Antes de subir al restaurante, paseamos unos minutos entre los pasillos deleitándonos y pensando que vino pedir, cual sería el mas conveniente, uno que hayamos probado o uno nuevo a la ventura, estábamos indecisos….
El restaurante está en la planta de arriba. Tiene bastantes mesas aunque están bien separadas. El viernes noche éramos solo cuatro mesas. Nos atendió una chica super amable, sonriente, agradable, un encanto de mujer, nos hizo pasar una velada cómodos, muy cómodos. Nos ofreció una mesa de dos, le preguntamos si podíamos estar en una redonda por ser de tamaño superior y nos acomodó allí sin ningún problema, nos dijo que no era habitual estar casi vacíos. Es una lástima que con la cantidad de botellas que hay en tienda, el restaurante no esté rodeado de algunas de ellas. Es frío por la uniformidad de colores y la luz blanca.
Nos dio la carta y al poco llegó el sumiller ofreciéndonos una copa de vino blanco de rueda. Nos sirvieron unos aperitivos consistentes en longaniza seca, unas rosquilletas pequeñas y una mezcla de frutos secos mientras saboreábamos el vino.
La carta no es muy larga, tiene poco donde elegir, pero a nosotros nos gustó todo lo que tenía, así que nuestra comanda fue la siguiente:
ENTRANTES:
Timbal de berenjena y bacalao.- plato frío compuesto por berenjena, calabacín y bacalao. Muy bueno en si el conjunto, aunque no nos aportó nada nuevo.
Foie escabechado.- el foie espectacular, mezclado con un poco de ensalada (no se si industrial o fresca), el caso es que estaba buena.
PRINCIPALES:
Sepia con setas.- este plato en carta aparece con chipirones, pero no les quedaban. A mi pareja le encantó, la sepia estaba perfecta de cocción y la mezcla con las setas reforzaban los sabores de ambos.
Ventresca de atún.- plato generoso con un trozo enorme de ventresca. Al pedirlo solicité que estuviera muy poco hecha a lo que la chica amable contestó que era así como la hacían de normal. Me la trajeron demasiado hecha para mi gusto, pero al probarla era pura cremosidad, excelente calidad de la materia.
POSTRE:
Tomamos tarta de chocolate para compartir, buena sin más.
VINO:
Definitivamente no pedimos la carta, nos dejamos aconsejar por el sumiller, unicamente le indicamos que nos gustaba la uva syrah por su potencia y nos sacó un Crozes Hermitage de Alain Graillot muy suave, incluso a la primera copa, nada que ver con otros syrah que hemos probado. Precio de escándalo (22,40 €), servido en copas Schott. Tanto la chica como el sumiller, pendientes de todas las mesas, sonrientes, muy agradables, rellenando cada vez que quedaba un dedito en la copa.
En resumen, restaurante donde se come muy bien sin una carta extensa, pero que a los que nos gusta el vino es un lugar excelente.