Acaban de abrir, hace menos de una semana. Entré motivado por la

Acaban de abrir, hace menos de una semana. Entré motivado por la curiosidad que alimenta la novedad y por su conspicua decoración. Dentro me encontré una serie de mesas pegadas a la pared con unos bonitos pero poco prácticos taburetes que pesan una tonelada. Al intentar mover ese muerto, lo más seguro es que le claves el codo al vecino de mesa, pues el espacio está aprovechadísimo. Tratándose de un local donde abundan los pinchos largos, debes tener cuidado con que el codazo no le provoque un pinchazo hasta la tráquea al susodicho vecino. Al fondo, subiendo unos escalones, hay unas mesitas que, aunque apiñadas, parecen más comodas. Comida a base de platillos y tapitas tipo "pintxo" vasco bastante bien ejecutadas y que giran entorno al huevo (haciendo honor al nombre del sitio). Copas bien en cuanto a forma pero mal en cuanto a dioptrías. Carta de vinos y servicio de risa: Txakolí (genérico, sin poner bodega ni ná), Capellanes roble (tampoco ponen añada) a 28€, supongo que es un error, porque el Códax estaba a 14€. Los pintxos valen la pena y cuestan 1.5€, la intención es buena y el local es majo, voy a volver entre semana, a ver si hay menos guiris y se cabe.

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