En pocas ocasiones me he llevado una decepcion tan grande. Es cierto que las expectativas eran elevadas, sin duda por la sobrevaloración que se hace de este restaurante.
La sala es acogedora, pero está bastante descuidada, el suelo sucio, rincones, barra, entreplanta desordenados, lo que ya te pone en alerta de como puede estar la cocina.
El servicio es de trato agradable, pero lentísimo, el único camarero que había no daba para más y eso que era bastante eficiente.
La carta de vinos bastante cortita aunque no estaban excesivamente en comparación con los precios de la carta.
El gran problema del restaurante es la comida. Para empezar te ponen de aperitivo unas patatas fritas de bolsa!! Los entrantes estaban para dejarlos y darle una oportunidad al principal. El pescado estaba pasado pasado, quizá por descuido o para disimular que no era muy fresco, la paella casi incomestible achicharrada y seca. Los postres industriales...
En resumen, es un restaurante muy normal y corriente, con comida propia de bar de patio sevillano (con todo el respeto a estos establecimientos) totalmente precocinada, mal descongelada y mal calentada. La pega está en que parece que vas a un sitio bastante especial y al final solo es especial la cuenta y la cara de tonto que se te queda.