Muchos, muchisimos años detrás de este establecimiento. Mis intentos por acudir se remontan a cuando me empezó a interesar esto del buen comer y el buen beber. Hace muchos muchos años. Mila y yo lo habiamos intentado en alguna ocasión, pero la lejanía u otros factores siempre nos hacía mandarlo de vuelta a la lista de pendientes. Pués bien, llegó el dia!
Triste domingo, lluvioso, frio y todo lo malo del otoño. Un horror la carretera desde Laredo al Zuberoa, para variar cuando hay lluvia. A nuestra llegada... leñe, ¿esto es el Zuberoa? Nos esperabamos una caserío típico pero no tan apagado. Había muchisima gente, la ETB incluida. Como ibamos con tiempo decidimos tomar algo en barra, un moscato excelente y un vermuth en la línea del moscato. Buen comienzo!
Llegamos al comedor.. ¿pero esto qué es? Mesas super juntas, colocadas como deprisa porque ha llamado más gente y hay que hacer caja (que no lo crítico, esto es un negocio y esta para dar dinero). Lo hemos visto antiguo, pero antiguo sin gusto. Paredes negras. La madera, majestuosa en su color natural, pintada en negro. Da sensación de estar en un zulo más que en un comedor. Esto no nos gustó nada de nada. El tema de la iluminación, de la prehistoria, para un local de este renombre tampoco ayuda mucho a conseguir sensación de calidez.
Al lió, la carta. Lo justo en ella, con opción a menú degustación. Sabiamos que pedir, es lo siguiente:
- Ostras frias en gelatina con caviar. A nosotros la ostra nos gustasin nada, pero estas estaban super ricas!
- Ravioli de cigala. De largo, lo mejor de la comida. espectacular . Hacía tiempo que no comía un ravioli de estas dimensiones! Se deshacia en la boca!
Con miedo a que no nos entrase la tarta de queso decidimos cortar aquí los entrantes y comernos un segundo.
- Mila se decanta por el cochinillo con pure de patata. Estaba bueno, por supuesto. Cochinillo puro y duro, sin gracia alguna.
- Por mi parte, tórtolas con pure de patata. hacía muchisimo tiempo que no comía pajaros y la verdad es que tenía ganas. Muy bien hechas, ración de tres. Sin mucha floritura también.
Ahora viene lo importante!! Por lo que de verdad hemos venido hasta aquí, su famosa tarta de queso. No me digaís porqué, nos imaginabamos que iba a ser de otra galaxía nada más verla. La cruda realidad es que de entrada nos dejó fríos. Vamos a ver el primer bocado.... el primer bocado se saborea, la das vueltas en la boca intentando buscar ese punto orgasmico que nos indicó el jefe de sala de Blueziar pero en realidad, no se le ve por ningún sitio. Vamos a ver el segundo bocado... más de lo mismo y así, hasta acabar la ración. ¿Está buena? Por supuesto. ¿La mejor? Ni de coña. Para nosotros ha sido una tarta de queso buena, pero no del top3.
Acompañamos la comida con un Deuz (creo recordar) Salmon. Estaba super bueno! El pan estaba bastante bueno, variedad de tres tipos y en ningún momento falta de nada. El servicio de sala es impecable, de la vieja escuela. Te miman a conciencia y eso se agradece en estos tiempos donde no abunda este servicio.
Los café que finalizaron la comida.. para olvidar, eso sí, los petit four se agradecieron.
¿Conclusiones? Tanta intriga y espera no nos ha compensado. Ha sido más una decepción que un acierto. En nuestro caso son casi cuatro horas de coche entre ida y vuelta por lo que las ganas de disfrute son el doble. Habrá a quien le enamore este establecimento, como a nosotros otros y viceversa, pero para volver tan lejos el listón debe quedar en las nubes no, en el espacio.