Santificarás la huerta.
Amarás la verdura sobre todas las cosas, no tomarás el nombre de la borraja en vano, honrarás al espárrago y la alcachofa ...
Y es que a lo que asistimos este sábado en Tudela fue a una auténtica divinización de la verdura. Por suerte o por desgracia, vengo de familia de campo, y dicha tradición y raices se ha ido manteniendo hasta hace poco (no en mi persona), así tanto mi padre, como tíos y abuelos, siempre han contado con huerto propio del que de vez en cuando, me han ido suministrando productos. Lo que vivimos, fue un recuerdo de dichos sabores y sensaciones, que ya tenía en parte olvidados.
El local y situación resultan discretos, sólo pudimos ver la sala en la que nos colocaron un antiguo bar en el que han colocado 3 mesas, y si bien los montajes, vestidos y decoración son correctas, la propia ubicación tiene un aire de improvisación u optimización de recursos. De todas formas, el trato y ambiente es más familiar que distinguido, por lo que tampoco resulta grave, peores fueron las maneras en las que nos recibieron, que si bien había avisado con antelación, pretendían que colocásemos sendos carritos con bebés, aparte de la mesa, para que pudieran acceder a la misma en el servicio, ante la cara de incredulidad que pusimos, toda respuesta por parte de la propietaria (o eso parecía) fue un "tú verás", gracias a Dios, vino el que parecía ser el dueño a corregir la situación, y adaptarse, un 10 por su servicio y el del resto de la plantilla, que fueron en todo momento profesionales, comprensivos y serviciales.
En la carta podemos encontrar una presencia mayoritaria de productos de la huerta (propia en su mayoría, según nos dijo el dueño), con algún que otro producto como complemento, pero el que va al 33, sabe a lo que va, y porqué va. Disponen de un menú degustación de verduras, que resulta atractivo, pero el hecho de no disponer de un plato (o media, o cuarto de ración), nos hizo echarnos atrás a 3 de los comensales, que optamos por compartir y degustar piezas individuales, a saber: cebollitas confitadas al chardonnay (sencillez sublime) a 1,1 € la unidad, pencas rellenas de ibérico (muy ricas, con un rebozado ligero y crujiente) a 3€ y pico, y una ración de alcachofas con foie sensacionales (alrededor de 16€ el plato), pude degustar ligeramente de la persona que pidió el menú degustación (40€), la menestra (brillante), las borrajas (impresionantes, y eso que no soy muy amigo de la misma) y las pochas (bien), los segundos bien, quedan un tanto eclipsados por la protagonista de la fiesta. Yo me pedí una manicas de cerdo rellenas de hongos y foie (18€), que como digo, bien, aunque un tanto escasas de relleno, y pude probar el rape (23€), que también estaba bastante rico, raciones suficientes tirando a hermosas. Los postres bien, unas trufas rellenas de fresa y un disco de chocolate y ¿limón?, ya me falla la memoria y eso que no hace ni dos días que estuve.
Carta y servicio del vino correctos (no dan a probar ni rellenan), precios tirando a caros, con predominio abrumador y lógico de navarros, nos decantamos por un santa Cruz de Artazu, por algo menos de 30€ (tirando a excesivo).
Total con varios, postres, cafés, una botella de agua, 2 de vino, 1 menú y los platos comentados 217€, no es barato, pero puede pagarse, con un vino más asequible (lo pedimos fuera de carta, y no esperábamos que estuviese tan engordado) puedes salir por unos 42-45€
Ciertamente recomendable, era un restaurante que tenía marcado en la agenda gastronómica y no me ha decepcionado.