Aragón en esencia.

Junto con el Cachirulo, el representante más "tradicional" de la alta cocina aragonesa, que casualmente ambos han acabado en la misma familia (tio y sobrina), si bien el zaragozano ha evolucionado un poco hacia una cocina ligramente más creativa, ambos siguen dejando el listón bastante alto, aunque quizás no hasta el punto de justificar una visita de propio . Y aunque se sigue comiendo de maravilla y el servicio está a la altura, si que me parece que ha perdido un pelín con respecto a la última vez que estuve.
Lo que pudimos degustar.

De entrantes a compartir:
- Terrina de hígado de pato con sabores de pistacho y maiz ahumado
- Buñuelos de bacalao, borrajas, mejillones, berberechos, almejas de carril (cultivo) y su jugo (plato y medio)
- Revuelto aragonés de hinojo, chorizo y jamón, con vieiras a la plancha, y jugo asado de ajo.

De segundos:

- Cochinillo confitado con pure de manzana y vainilla
- Tacos de solomillo de ternera salteados con ajos y daditos de patata aromatizados con tomillo y romero
- Ciervo con salsa de castañas asadas y guiso dulce de orejones

Los entrantes bien, los segundos normalillos salvo el cochinillo que estaba absolutamente excepcional, incluido el puré de manzana y vainilla. SO-BER-BIO.

El precio 170€ de tres personas, incluyendo postre y café, el vino aparte ya que se olvidaron de cobrárnoslo. Un Allende bien servido.

Si se está por la zona, absolutamente recomendable.

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