Local pequeño, angosto y ruidoso, pero ante todo clásico, auténtico y

Local pequeño, angosto y ruidoso, pero ante todo clásico, auténtico y castizo como corresponde a una taberna típica madrileña fundada en 1895. Resulta algo incómodo eso sí.

La cocina está consagrada al más típico de los platos madrileños: el cocido. Servido en tres vuelcos principales (sopa, legumbres y verduras, carnes y chacinas) resulta delicioso y realmente pantagruélico por su tamaño. Imposible terminarlo. Lo mejor, la sopa, la gallina y los garbanzos (emho, claro). Sin duda uno de los tres mejores de Madrid.

El servicio del vino resulta inexistente, aunque sí hay una cierta oferta de tintos nacionales que se conservan en una cava climatizada. Copas no adecuadas. Servicio de mesas amable aunque demasiado “robotizado”. Son dos turnos y hay demasiada gente. Para visitar entre semana.

Un local clásico del Madrid más castizo (Cascorro), donde poder comer uno de los mejores cocidos sin preocuparse demasiado por el resto (vino, servicio, comodidad). Merece la pena sacrificar esto último por un día para darse un buen homenaje. El precio del cocido es de 18 euros, adecuado para su calidad y su cantidad. Una visita siempre imprescindible en Madrid.

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