Viernes noche. Aforo al 50%. Mesas bien separadas, no demasiado ruido pero

Viernes noche. Aforo al 50%. Mesas bien separadas, no demasiado ruido pero ay, se permite fumar (para mí eso es malo). Decoración horrible para mi gusto, pero bueno, vale. Cubertería fashion pero funcional, mantelería bien, cristalería de puta madre, vajilla que recuerda a la de El Poblet (es decir: OK, muy bien). A lo que importa. Menú degustación: 2 entrantes, pescado, carne, postre 38+IVA. Pero hay que sumarle 2 aperitivos, 1 prepostre y unos petit fours. Destaco: los entrantes, de altísima calidad y muy, muy originales (sobre todo las cintas de dorada frías con vinagreta, frambuesa y flores, pero también el queso camembert con helado de limón y salsa de albaricoque, ¡uf!), el postre principal (esponja de manzana con bolitas de yogur y helado de... no recuerdo, pero no era chocolate) y los petit fours. El pescado algo fallido (juliola con panceta y salsa teriyaki: no es el primero que lo intenta), y la carne muy buena pero chirriaba en el conjunto (lomo alto de buey con salsa de boletus, patatas violetas). Genial el detalle de maridar cada plato con un tipo de pan. Atención muy buena pero pelín mejorable. Carta de vinos corta pero bien servidos. Cocinero con futuro. Y nosotros tres, contentísimos en conjunto. Con cervezas (tienen cierta variedad), un vino y copas de Casta Diva dulce, 55/pax. Volveremos.

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