Es la segunda vez que visito Viridiana y aunque me gusta su cocina creo que se ha quedado algo estancada. Quizás con una carta donde hay un poco de todo (igual unos huevos fritos con trufa que un ¿teriyaki?) es difícil evolucionar y sobre todo definirse. Por cierto, también el local necesita de manera urgente una reforma pues empieza a estar muy ajado.
La cocina no sorprende aunque lo que ofrece es de calidad. Obsequia la casa con un gazpacho de fresón y arenque muy rico (el contraste ácido salado es quizás lo más interesantes de la comida) y unos entremeses con melón, embutidos ibéricos y verdura que se deberían renovar pues la combinación de dulce-ibéricos ya está pasada incluso para menús de boda.
De plato principal una ensalada con queso y jamón de pato perfectamente elaborada pero nula de creatividad y de segundo lomo de vaca vieja con chile ahumado. Estupenda carne con el contrapunto del chile y patatas como guarnición (poco mas que añadir).
Mejoran los postres con una mousse de chocolate realmente muy lograda sobre un trozo de tarta capuchina espectacularmente cremosa.
El servicio de vino consiste en descorchar y dar a probar. La carta bastante amplia y en renovación aunque para mi gusto con exceso de vinos franceses. Tomamos un Thermantia 2001 que acompañó bien la potencia de los platos. Para terminar cafés (sin ningún detalle que acompañe) y un licor.
Los precios de algo caros para el servicio y tipo de cocina (el precio que doy es sin vino).
Visto el comentario de Gerechev la próxima vez probaré el menú degustación pues parece mejor opción (aunque de momento y sin dudar me quedo con Freixa).
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