Imaginación, fantasía y creatividad al poder. Cenamos francamente bien.

Imaginación, fantasía y creatividad al poder. Cenamos francamente bien.
Gran carta de vinos con abundantes referencias internacionales. Abrimos con un riesling alemán, cambiamos a un pinot noir borgoñés y cerramos con un carmenere chileno, todos ellos estupendos y bien de precio, recomendados por un profesional y simpático maitre.
Los postres geniales, en especial el "Tigretón" (¡con cromo y todo!).
Un pero: la desafortunada decoración del local.
Por lo demás, fabuloso.

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