Una muy agradable sorpresa cerquita del Urumea. Atraídos por su hermano de

Una muy agradable sorpresa cerquita del Urumea. Atraídos por su hermano de pintxos y de igual nombre ( los pintxos del Astelena que hay en lo viejo son impresionantes ) decidimos comer a bote pronto en el 1997. Hay suerte y tienen mesa, el local es familiar por la clientela y sencillo por la decoración, adornada con unos cuadros preciosos de Ábalos, un pintor local. La carta es variada y guarda un gran equilibrio entre las materias primas locales y un elegante toque de modernidad: kokotxas en revuelto, raviolis de morcilla de beasain (deliciosos), rissoto de hongos y carrilleras. No aguanto la tentación al verme rodeado de familias y recordando mi infancia me pido un Ardanza ( que sabe igual que hace 20 años ). Los postres son excepcionales, la sopa de mamía y el pastel de queso caramelizado ponen punto y final a un acierto. El servicio, atento, discreto y eficaz. El precio es excelente en relación con la calidad. Sin duda alguna, para volver.

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