Situado en una calle que puede pasar desapercibida, se encuentra este

Situado en una calle que puede pasar desapercibida, se encuentra este restaurante que no tiene aspecto de gran cosa, tampoco cuando entras y descubres su pobre decoración, más bien clasicona. Pero la comida es realmente buena, trabajando las materias primas de forma muy cuidada y con unos toques sencillamente geniales (Ander González es el chef). Los chipirones con ese aceite estaban de miedo, pero cuando llega el momento del postre es cuando hay que aplaudir: esa sopa de mamia con canutillo de queso de cabra y membrillo, genial. La carta de vinos es importante, pero el servicio se descuida, atendidas las mesas por chicas que tienen sólo voluntad, una pena. ESte sitio, con mejores formas, puede llegar a ser una referencia.

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