Restaurante ubicado en una antigua masía. Eva, la jefa de sala es todo simpatía, el trato es familiar y muy correcto, sin caer en excesos de confianza. Distintos comedores con unas pocas mesas en cada uno de ellos. Buena mantelería, cuberterías y copas riedel.
Amplia carta de vinos, con referencias nacionales y algunas internacionales, y bien especifciadas. Vino almacenado en la bodega de la masía, temperatura correcta, descorche y servicio posterior.
- De entrada, unos mini GT's de Hendriks de bienvenida
Elegimos el menú degustación de 40€/persona consistente en:
Aperitivo: crema de calabaza, mini croquetas de pollo (muy melosas y crujientes) y gelatina de ceps (deliciosa)
A continuación:
- "Foie con puré de manzana y reducción de oporto". Muy bueno aunque un pelín frío el foie.
- "Ravioli de pescado con salsa de mejillones". Muy sabroso
- "Atún con pure de coliflor, espinacas y huevas de salmón". Pescado en su punto y buen contraste entre el puré y las huevas, aunque fue el plato más flojo para mi gusto.
- "Espaldita de cordero". Napada con salsa de carne y puré de patata. Carne muy melosa.
- "Sorbete de limón al vodka con naranja ácida". Muy refrescante
- "Helado de mató con café y chocolate caliente".
Cafes y petit fours.
Vino: Viña Tondonia blanco, reserva 1997 (26'80€). Vino color pajizo, complejo, con notas de madera y frutos secos, goloso y con un final persistente. Aguantó perfectamente todos los platos, incluida la carne.
Dos gin tonics, invitación de la casa.
Servicio profesional, amable y cercano. Buena RCP. Un lugar para volver.
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