Buena cocina. Singular entorno

Día de San Valentín… y hete aquí que el amor llama a mi puerta, sorprendiéndome mi propia -vía Cupido- con una comida en el presente restaurante, ya visitado en otras ocasiones, pero que, en el momento actual, ha dado un giro al concepto tradicional que, desde siempre, ha venido manteniendo.

Diré, para aclarar las cosas, que el mismo forma parte del Gran Hotel de Zaragoza, a buen seguro el establecimiento hotelero de más “rancio abolengo” de mi ciudad, sitio habitual de reposo de equipos de fútbol y toreros y cuya céntrica ubicación le hacen ser siempre una opción recomendable a la hora de alojarse en mi bimilenaria ciudad, tanto más tras la reciente reforma de sus instalaciones.

Y dentro de dicha reforma les diré que ello ha afectado, de lleno, al tema gastronómico, en un doble sentido: de una parte, han reconvertido la parte inferior de la zona de restauración, aprovechándola -para bien- en un agradable sitio de tapas que, ya les digo, está teniendo un indudable éxito entre el personal “veterano” o “senior” de Zaragoza -entre el que aún no me incluyo-, pero de lo que doy fe, pues he estado en diversas ocasiones; y, de otra, reconvirtiendo la parte superior -en la que se ubica el restaurante-, del cual paso a comentarles a continuación mis impresiones, siguiendo el orden habitual.

Entorno: Restaurante de fácil localización, pues está en pleno centro de Zaragoza, en la zona más “in” de la ciudad. Entrada amplia a través de la cual accedes a la ya citada parte baja. A la derecha se encuentra la escalera -en forma de caracol- que te da acceso a la parte del restaurante propiamente dicho. Y aquí llega la primera “sorpresa”.

Digo esto porque, tradicionalmente, el restaurante que se comenta se ha revestido de “seriedad”. Es decir, la totalidad de sus mesas, sillas, etc., han respondido a lo que es, en sí mismo, el Gran hotel de Zaragoza, algo muy “vestido”, en la línea de los restaurantes de, cuando menos, semi-postín. Pero hete aquí que la cosa ha cambiado y, EMHO, no sé si para mejor.

En este sentido, se ha producido una, a mi juicio, extraña mezcolanza entre el ambiente tradicional (mesas con mantel, sillas de butaca refinadas) con un ambiente auténticamente campestre (mesas sin vestir, sillas de plástico duro) y, todo ello, entremezcaldo, sin separación entre ambos -lo que quizá hubiera sido más lógico-, creando -por lo menos, a mi me pasó- una cierta confusión en el comensal. No sé, decisión empresarial será, pero, la verdad, ni a mí ni a mi propia nos convenció. Será que me hago mayor.

Por lo demás, el sitio está muy limpio, con buena luz, colores cálidos y es confortable, siendo muy buena la separación entre las mesas. Cubertería y copas correctas y vajilla blanca de grandes proporciones.

Servicio y servicio del vino: En relación a esto último, el mismo fue el habitual en estos supuestos. Descorche del mismo y primer servicio. Como el menú al que íbamos llevaba el vino incluido solicité la posibilidad de llevar un vino “especial”, a lo cual accedieron gustosos y con una tremenda amabilidad. El mismo fue, además, servido a la temperatura idónea. Solicité un decantador para el vino que se me proporcionó de inmediato. Muy bien es este punto, tanto más cuanto la botella que llevé no era fácil, por sus años, de abrir, cosa que quien se ocupó de ello consiguió, no sin poco esfuerzo.

En cuanto al servicio, puede reiterarse la idea anterior. Eficaz, servicial, atento y con una buena predisposición. Quizá -volvemos a lo de antes- debería cuidarse un poco la vestimenta de los camareros. Todos portaban chaquetilla blanca, pero … en este restaurante ¿cada uno puede ir con la parte inferior que le de la gana, vaqueros incluidos? ¿No sería más adecuado una cierta “uniformidad”? No lo sé. Insisto en que los años me deben estar cambiando.

Por lo demás, la amabilidad demostrada se reiteró con el servicio de platos -muy bueno el tiempo entre los mismos, sin espera alguna-. En nuestro caso, nos tocó como camarera a una joven encantadora, moza recia ella, con la simpatía a raudales. Se le olvidó ya, de primeras, la composición de uno de los aperitivos (eran dos) y cada vez que abría una botella de vino y saltaba el tapón parecía uno de los cañonazos con los que se celebra el jubilée de la Reina de Inglaterra, pero … entre lo servicial que fue, las ganas de aprender que tenía y que nunca le faltaba una sonrisa, pues eso, para contratarla con los ojos cerrados.

Y con ella llego la comida …

Comida: Y como he dicho, la misma consistía en un menú de 29 euros (32 con el IVA), compuesto de dos pequeños aperitivos, un entrante, un segundo y un postre.

En lo que se refiere a los aperitivos, los mismos consistieron en un mil hojas de foie, queso radiquero y manzana sobre un fondo de membrillo -muy bueno- y pastel de cabracho y granada, presentado en vaso de chupito -bueno-.

Pasando ya al primer plato, proponen tres opciones, de las que elegimos un arroz caldoso con calamares y calabacines. Muy buen punto de cocción del arroz (muy similar al italiano), terminándose la misma, con su propio calor, en el mismo plato. Muy bueno también el fondo, con un evidente sabor marinero.

En cuanto a los segundos, 4 posibles opciones (pescado del día, ragout de buey, chipirón plancha o solomillo de buey a la brasa). De ellas elegimos las dos primeras.

- El pescado del día consistió en una lubina al horno, de buen tamaño, con los dos lomos fileteados y doblados sobre sí mismo. Acompañados de una patatas al horno. Sencillo, pero muy correcto.
- En cuanto al ragout, el mismo se deshacía en la boca, meloso y perfectamente elaborado. Acompañado de un capa de crema de patata casi líquida, que ligaba perfectamente con la salsa -abundante y sabrosa- que acompañaba al guiso en cuestión. Buena ración.

En cuanto a los postres, nuevamente 4 posibilidades, de las cuales se eligió el soufflé helado de avellana y la tatín de manzana rota. El primero muy rico, acompañado en su parte superior de frutas del bosque; y el segundo, asimismo sabroso y con una original presentación dentro de una copa.

Pan de un solo tipo. Simplemente correcto.

Para finalizar, un café solo y un té rojo, a los que nos invitaron. Un nuevo detalle a tener en cuenta.

En definitiva, una buena experiencia gastronómica a un precio muy competitivo. Queda el “pero” -ya señalado- del nuevo entorno, que podrá gustar a no, pero es, sin duda, lo que hay. Querían aprovechar el sitio y el lavado de cara ha sido un acierto desde el punto de vista empresarial (el restaurante estaba lleno). Pierde el sabor antiguo del lugar, pero seguramente ganará nuevo público… Y, eso, en los tiempos que corren, no es cosa que se pueda desechar.

  1. #1

    jacomur

    Remodelaron el hotel y volvió a ser "Gran", pero lo del entorno del comedor como que...¡No!. Cené allí hace muchos, muchos años y el señorio y servicio de escuela se palpaba. Una pena. Saludos desde la Capital del Hojaldre, Torrelavega.

  2. #2

    Joaquin1965

    en respuesta a jacomur
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    Ahí le has dado de pleno! Efectivamente, es lo que a mi me pareció, que ha perdido una parte de su esencia originaria en pro de lo empresarial.

    Sin embargo, la parte de abajo -un sitio antaño desperdiciado y mortecino- es de lo más agradable para tomarte tu cerveza y tu pincho o racioncita de calidad. Un día de estos lo comentaré.

    Saludos!

  3. #3

    jacomur

    en respuesta a Joaquin1965
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    Recuerdo que en la parte de abajo, a la derecha o izquierda, de la escalera principal había un salón de copas que estaba muy bién. Saludos desde la Infinita Cantabria.

  4. #4

    Abreunvinito

    Aunque sea en teoría, esa mezcla de decoraciones es un poco (por decir algo) chocante y no parece agradable a la vista.
    Espero que a los de menú del día no los pongan en las sillas de resina.
    Saludos

  5. #5

    G-M.

    Oño, qué curiosidad me has despertado, Joaquín! La Ontina, legendaria ella, y ahora... ¡Qué cambiasso!

    Oye, ¿y qué tal el tapeo de abajo?

  6. #6

    Joaquin1965

    en respuesta a G-M.
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    Bien. Todo preparado en el momento. El próximo día que vaya me hago un buen repaso y os cuento.

  7. #7

    G-M.

    en respuesta a Joaquin1965
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    Vinos por copas?

  8. #8

    Joaquin1965

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    No en restaurante. Sí abajo, en el picoteo. Básico, pero suficiente. Recuerdo 3 blancos, 1 rosado, 3/4 tintos. Creo que también suelen tener un espumoso.

    Abrazo.

  9. #9

    G-M.

    en respuesta a Joaquin1965
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    Me lo apunto y a la siguiente voy de cabeza a echar un vinacho
    Abrazos

  10. #10

    Fer B.

    Uyuyuyuy... que te veo de un senior incipiente quepaqué.

    Fuera bromas. Poca cosa que seduzca se desprende del comentario "marca de la casa" con pasajes desternillantes ;-)

    Un abrazo!

  11. #11

    Joaquin1965

    en respuesta a Fer B.
    Ver mensaje de Fer B.

    Será la andropausia de los 50, vulgo "pitopausia", en versión gastronómica :-)))

    No sé. Es que luego vas a otros sitios con menús de ese precio (p.e., el restaurante Aragonia del Hotel Palafox -también hotel de lujo-) y ves todo tan "apañadico", con su uniformidad de vestuario, su elegancia comedida, las formas reposadas y cadenciosas del personal y similar, y no te queda otra que extrañarte de estas mixturas raras a nivel del personal y del entorno. Pero bueno ...

    Gracias por el elogio.

    Fuerte abrazo.

  12. #12

    Fer B.

    en respuesta a Joaquin1965
    Ver mensaje de Joaquin1965

    Sí señor. Está claro. Buena experiencia tuve en el Aragonia tanto en los platos como con los vinos, muchas tablas en estos últimos.

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