“Galicia calidade” Gastronomía sin concesiones

Cierto es que no invita a mucho la zona y si no eres vecino o vas exclusivamente a cenar allí, nuestro caso, raro es que acabes entrando en este pequeño oasis. De hecho, parte de la conversación en la cena fue escudriñar los motivos de montar un restaurante de estas características en una zona así.

Llegamos sin reserva y, de milagro, ocupamos la única mesa libre. El espacio es acogedor, sobrio y no muy grande. A medio camino entre el mesón y el restaurante. Detalles como tener la puerta abierta durante la cena te hacen caer en la cuenta de que estás en un entorno más familiar (cada uno interpreta esto a su manera, aunque lo que nosotros íbamos buscando y juzgaríamos es la calidad de los productos). Mesas dispuestas con las jarritas típicas para beber vino Ribeiro y unos cacaos para ir abriendo boca.

Los hermanos, hijos de los dueños, nos ofrecen una jarra de Ribeiro. Pedimos media, que devoramos rápidamente. Primer detalle que a mí, particularmente, me gusta: para tomar la comanda sale de cocina Paqui, la madre (el nombre lo descubriríamos más tarde). Nos pregunta si es la primera vez y nos ofrece la carta, por lo que sospecho que a la segunda visita no será necesario mirarla. Y así es, porque la carta es, como dirían los futboleros, “cortita y al pie”. Pero no le falta ni le sobra nada y si, además, como yo, eres un indeciso compulsivo, esto se agradece. Raciones (y medias raciones) de Pulpo, Calamar, Pimientos de Padrón, Navajas, Berberechos, etc. Y de principal, básico, pero suficiento: Chuleta, Chuletón y Rodaballo.

Nos advierte Paqui que para dos pidames medias raciones y así hacemos, dejándonos aconsejar en cuanto a la cantidad.

Finalmente: Tres entrantes (medias) a compartir:

Pulpo (12€): Exquisito. Punto justo de cocción. Tal vez excesivo pimentón picante. Y para mí (aunque es una eterna discusión) faltan los cachelos de patata.
Calamar (8€): La estrella de la noche. Calamar fresco servido en aros a la plancha. Sin florituras. Presentación adusta. Pero al probarlo, descubres lo que puede llegar a atrofiar el sentido del gusto las compras en Mercadonas y similares. EXCELENTE.

Pimientos del padrón (4€): Buenos, sin más. Sabes lo que es. Faltó un puntito de picante, pues prácticamente ninguno picó. Pero de sabor muy buenos.

Seguimos con el ribeiro (Media jarra, 3€, Jarra entera, 5,50€), porque fresco es un placer, peligroso, pero agradable. Por este motivo no puntúo el servicio del vino. Tal vez sí que remarcaría que, al parecer, no hay carta de vinos. Sí que pude observar algunas de las referencias de las que disponían, bastante prometedoras, pero, personalmente, lo de no saber qué te va a costar una botella de vino no me gusta.

Como principales pedimos la chuleta (20€) y el rodaballo (20€), que compartimos. Entiendo que en una segunda visita, este restaurante se podrá disfrutar al 120%, ya que nuestro error fue pedir en exceso en los entrantes. El “probarlo todo” nos pasó factura. Hacia el final de los entrantes estábamos bastante llenos y como el servicio es bastante diligente, en 30 minutos ya había salido toda la comida, por lo que la carne y el pescado se nos hizo un poco cuesta arriba, pero cayó, como no podía ser de otra manera.

La chuleta está espectacular, la pedimos al punto y así fue. Tierna, jugosa y con un sabor intenso.

El rodaballo, que no lo habíamos probado nunca, también fue un gran acierto.

Aunque para uno, que es carnívoro, las próximas visitas tienen asignada esa ternera gallega de por vida. En el pescado, y esto ya son manías mías, la textura gelatinosa propia del pez es lo que no me dejó disfrutarla al máximo. Eso y que, como tuvimos que parar un poco el ritmo, cuando realizamos el cambio de plato, yo empecé con la carne, ya se había enfriado un poco. A buen seguro que si lo hubiéramos solicitado nos lo habrían calentado, pero lo dejamos pasar. Ambos platos de guarnición llevaban unas patatas fritas deliciosas, como las de antes. En fin, para qué complicarse la vida si sabes que algo funciona (y creo que podría servir como frase definitoria para el establecimiento, en general).

Para hacer la gracia completa y, aquí sí, tras una pausa, pedimos una tarta de Santiago flambeada (3,50€) a compartir, que nos sirvieron junto a unos chupitos helados de crema de orujo deliciosos (no entiendo por qué dejé de tener siempre una botellita en casa). Dulcísima, hasta el punto de empalagar, más para uno que no es muy de dulce, pero no quita lo deliciosa que estaba.

Finalmente un café (1,40€) y un cortado (1,40€) para acabar.

Al final del servicio salió el chef, Manolo, a interesarse por las mesas. Se agradece, pero se notaba un poco la desgana, más cuando la mayoría de las mesas eran conocidos de la familia. Aunque a la hora de marcharnos sí que tuvimos una conversación agradable con Paqui, que daba muestras de estar muy cansada, pero te hace sentir muy cercano.

La cuenta: 80,10€. .

Buena RCP, sobre todo por la altísima calidad de los productos. Como digo, con lo que pedimos hubo más que de sobra. Tal vez una buena elección para cenar en pareja sea reducir a un entrante y un principal para cada uno o pedir dos-tres entrantes y decantarse por el chuletón para compartir (28€) que se presume bastante más grande que la chuleta (que estaría alrededor del 500gr de peso). Y depende del vino, claro está.

En conclusión: un lugar para quedar bien con quien sea o darse un homenaje fuera de los circuitos “chic” de la ciudad. Si eres carnívoro, seguro que este lugar estará en el podio de restaurantes especializados en Valencia (siempre que no busques cosas más exóticas).

Un aplauso para ellos y a esperar una nueva visita.

  1. #1

    JaviValencia

    Y yo aplaudo tan excelsa crónica. Para ser la primera lo has bordado ;-)

    Enhorabuena por el disfrute y por el excelente comentario. Espero leerte con más frecuencia.

    Un saludo

    Javi

  2. #2

    Aloof

    buen rest. de producto que lleva mas de 20 años y con un cambio de ubicacion.nosotros en invierno le pediamos que nos hiciera un lacon entero para nosotros entre otras cosas.saludos.

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