Buena cocina y extensa carta de vinos

Ubicado en pleno centro de la capital. Dispone de dos zonas diferenciadas, la primera planta, a la cual se accede a pie de calle, la de la barra, con amplias pizarras que publicitan la carta, algunas mesas y la cava climatizada de vinos, esta sería la zona “informal” y la planta subterránea que comprende un comedor más amplio, falto de luz, pero con el encanto y atractivo de estar rodeado de unas ruinas de muralla y baños arabes del siglo XII, (aunque los días de lluvía tiene un cierto problema con los olores del alcantarillado). Las mesas de la barra están demasiado juntas y algo justas de espacio, no así las del comedor subterráneo, que están bien separadas y permiten cierta intimidad. Buena la mantelería y correcta la vajilla y cubertería.

La cocina es de mercado, basada en la buena calidad del producto con la que se elabora, aunque algunos de los platos tienen una pincelada creativa. La oferta es amplia y variada. El servicio a cargo de Javier (creo que el propietario) y en nuestro caso de la camarera Patricia es simpático, desenfadado, atento y profesional. Con la oportuna explicación de cada uno de los platos.

La carta de vinos es muy peculiar, es manuscrita y por tanto sólo disponen de un único ejemplar, con unas 500 referencias, las cuales descansan en una cava acristalada situada en la primera planta. El sobrecargo del vino es moderado, entorno al precio del de tienda multiplicado por 1.60. Las copas son correctas, un tanto justas para la oferta vinícola de este establecimiento. El servicio del vino es adecuado, en cuanto a presentación, prueba, corcho, para luego funcionar en autoservicio, aunque en ocasiones rellenan si al camarero de turno le viene de paso.

Nuestra experiencia fue para comer, mientras pensabamos que queríamos nos sirvieron unas almendras fritas y una salchicha de chato murciano. La comida consistió en:
• Vasito de salmorejo, con pincho de mozzarella y boquerón. Excelente combinación.
• Alcachofas rellenas de cabracho y huevas de trucha.
• Atún al estilo de Barbate (cocinado a baja temperetara con manteca y servido tibio, casi frío), impresionante materia prima.
• Brandada de bacalao, buen equilibrio y ligazón.
• Pastel hojaldrado de confit de pato, buena la textura del hojaldre, pero esta elaboración queda para mi gusto un tanto seca.
• Carrillera de cerdo ibérico, buena la meteria prima y muy bueno el punto, pero también algo seca la carrillera.
• Postre: brownie artesano, muy, muy bueno. Este postre se ha convertido en un “clásico” de la V gama, así es que encontrar uno casero como éste es una auténtica delicia.
• Cafés y bombones de higo (muy populares en Cáceres).

Para beber una botella de Juan Gil crianza, y como nos faltaba vino seguimos con tres copas de Crápula. Los postres los acompañamos con tres copas de vino dulce también de Crápula, vamos toda la comida con monastrell de la tierra. Todo el festival por 137.92 euros para los tres comensales.

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