El servicio tambien es importante.

Como casi todos los veranos nos dimos un homenaje en la casa de Alfonso. Y Una vez mas disfrutamos de su cocina que siguen manteniendo a un buen nivel. Dimos buena cuenta de: unas magnificas sardinas empanadas, de un delicioso tartar de marisco con helado de moscatel la marina y sopa de almendras, calamares de potera, Atún con trigo guisado y rodabalo guisado con nabos. Todo a un nivel sobresaliente.

También un alto nivel en los postres. Elegimos la tarta de manzana, soberbia, y el estofado de plátano y frambuesa.

Escasa la ayuda que recibimos, para elegir el vino. La verdad que echamos en falta el asesoramiento de Jose Antonio Navarrete (ya no trabaja con este equipo) para poder decidir por algunos de los magníficos caldos de su extensa carta. resolvimos con un Donnhoff Riesling 2006 y un Clos Saint Philibert 2005, mejor este ultimo.

Pero el servicio en esta ocasión fue penoso. Rápido cuando no tenia que serlo y lento cuando no debía, atropellado y nervioso. Sin pan muchas veces y sin vino muchas otras. Era un sábado por la noche y el restaurante estaba lleno, pero el precio que pagamos fue el mismo que si hubiéramos estado solos en el local. No es apropiado para un restaurante de esta categoría, que mas bien parecía un chiringuito de playa.

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