... impuntual.
Este establecimiento llevaba en nuestra lista de posibles mucho tiempo, quizás demasiado. Coincidiendo que fuimos a ver un espectáculo a Bilbao y nos quedaba a escasos cinco minutos caminando decidimos llamar para reservar mesa.
Llamo, explicó la situación y me dicen que si llegásemos más allá de las 22:30 les haríamos una faena porque es la última hora a la que sirven mesa. Mila y yo, alucinados, remarcamos la situación y les diremos que seremos puntuales salvo debacle en el espectáculo.
Llegamos antes de la hora. Nos revisan de arriba abajo tanto la jefa de sala como gente del servicio. Indicamos la reserva y nos acomodan. Mesa amplia y bien vestida.
Ojeamos la carta, fuera de ella parece que no hay nada de nada, y vemos que hay ostras... un plato ya decidido. Seguimos ojeando y nos decantamos por lo siguiente.
Nos traen los entrantes. Salmón por un lado y lo otro no recuerdo que era, pero estaba años luz del salmón.
- Ensalada de bogavante. El bogavante, del Cantábrico. Perfectamente cocido, acompañado de unos canónigos así como unos tomates cherry deshidratados. Vamos, que el plato está bueno por el producto.
- Ostras a la plancha. Dos piezas por comensal, envueltas sobre bacon. Nos sorprendió porque en la carta no nos pareció leerlo por ninguna parte. Estaban bastante buenas pues aún con esas había regusto a ostra.
Ya en los segundos.
- Mila escogió merluza, con una salsa de erizos. Realmente buena la calidad del producto. Cocinado casi de diez. Muy buena ración, la verdad que estaba muy buena.
- Por mi parte, ciervo. Hacía mucho que no lo comía y me parecía una buena opción. La carne clavada como me gusta, sangrante. Muy rico.
Ojeamos los postres. Había visto una mesa con un poco de queso pero tampoco tenía tanto hambre y encima estábamos cenando. Me conformaría con una tarta de queso azul. 11€ la ración. Para mí, injustificados.
Remarcar una cosa. Solicitamos lo posible sin sal y así fue. Parece mentira, pero siempre lo indicamos y no siempre nos hacen caso.
Hay cierta variedad de pan. Lo primero que probamos fue de leña, calentito y con la noche que hacía se agradecía. Mi segunda opción fue de maíz, nada del otro mundo.
Acompañamos la cena de agua y Coca Cola.
¿Comimos bien? Sin duda.
¿Volveremos? Ni de bromas. No nos gustó el detalle por teléfono con la exigencia de puntualidad cuando luego entró una mesa casi a las 23:00 y su recibimiento fue, digamos, más afectivo. Pienso que debes tratar a todos los clientes por igual. El servicio nos pareció seco, distante. Raro en general, salvo por la persona que sirvió la Coca Cola.