Bonito restaurante situado en una hospedería en las afueras de

Bonito restaurante situado en una hospedería en las afueras de Tramacastilla.
Comedor acogedor, cálido; nos sentamos junto a una ventana desde la que se podía ver el paisaje nevado.
Cocina con toques de autor pero con raíces aragonesas.
Muchos detalles por cuenta de la casa, cóctel de bienvenida, entrante, tres clases de aceites y seis de sales.
Buen servicio del vino, envinado de copas con una carta muy correcta aunque tirando hacia la tierra.
Buenos los entrantes, pero decepcionantes los platos principales; el estofado de ciervo con la salsa desligada y nadando en aceite.
La paletilla de ternasco deshuesada, para olvidar.
Eso sí, excelente trato, con explicaciones y atenciones fuera de lo común.
No se puede fumar, pero tras la comida nos pasaron a un salón donde si se podía, a tomarnos el café y los orujos.
No te cobran ni el cóctel y ni el entrante con que te obsequian, -lo que resulta lógico-, pero tampoco el pan, el aceite ni los orujos.
En comida, un 2.5, pero por el excelente trato y servicio lo subo a 3.

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