Sin hacer ruido.

Situado en pleno centro de Madrid, en la planta baja del Hotel Urban, con una entrada desde el propio hotel y otra independiente desde la calle.

Está considerado uno de los mejores restaurantes de la capital, sin el ruido mediático de otros. Cocina seria, técnica, con los toques justos de creatividad. Buen producto.

Con la actual crisis han ajustado los precios de los menús (el menú degustación gastronómico vale ahora 50 euros), y ofrece distintas opciones para comer por un precio bastante razonable para la calidad que se ofrece.

Uno de los aspectos más interesantes son las jornadas gastronómicas que de vez en cuando organiza alrededor de determinados productos, como el bacalao, el atún (una de las grandes especialidades de Joaquín Felipe) o el cerdo ibérico.

Nosotros nos acercamos para probar el menú dedicado al cerdo ibérico, que se pudo degustar hasta finales de Febrero de 2010.

El local es amplio, luminoso, con grandes cristaleras, decorado muy al estilo neoyorkino, con colores cálidos. Muy agradable aunque algunas sillas sean un poco incómodas.

Servicio amable, atento y profesional. El único fallo fue que el vino no llegó hasta después del primer entrante (algo que no debería suceder en restaurantes de este nivel).

Después de una tapa (maki de sardina con guacamole), entramos directamente a la degustación de los productos ibéricos: como aperitivo, tomamos un poco de Jamón ibérico con pan tumaca (correcto), que nos habría sabido mejor si el vino hubiese llegado a su debido tiempo.
Como entrantes, dos de los mejores platos, el “Tonato de ibérico”, una especie de vitelo tonato en el que, en vez de ternera, las láminas son de de carne de cerdo con salsa de atún y anchoas, apio y alcaparras (muy rico). Y el Bocata de presa paleta en un adobo de cítricos con salsa de chiles (una combinación tan equilibrada como sabrosa).

De principales nos pusieron la Sopa cahuela, un caldo muy ligero con castañuelas y puré del hígado del cerdo (el hígado aportaba una untuosidad muy agradable al plato que, aun así, fue el que menos nos llamó la atención del menú). Siguieron las Lágrimas de cerdo ibérico (la carne que hay entre las costillas,) al humo de sarmiento, acompañadas con tomate confitado al aroma de jerez (suculento). Y para cerrar la parte salada, unas excelentes Carrilleras del cerdo con uvas al pedro ximénez y mostaza, que se podían comer sin cuchillo de lo tiernas que estaban.

Como postre, un Hojaldre hecho con manteca de ibérico, con cabello de ángel (uno de los mejores que hayamos probado, con un suave toque de limón) y helado. Estaba bueno pero tampoco llamaba mucho la atención.

Carta de vinos con buena selección pero precios bastante desorbitados.

Ambiente muy diverso: parejas jóvenes, clientes del hotel, famosos (Modesto Lomba y Jesús de Pozo aquella noche), ejecutivos. Se estaba a gusto, sin rigideces ni estiramientos.

Dos menús degustación (50 E. c/u), una botella de La Vicalanda (35 E), dos cafés y una botella de agua, 142 Euros.

LO QUE MÁS NOS GUSTÓ
-La capacidad de crear un menú monográfico sin que resulte pesado ni fatigoso.
-El local tiene una decoración muy moderna y agradable.

LO QUE MENOS NOS GUSTÓ
-El precio de los vinos no está en consonancia con el de la comida.
-Algunos fallos en el servicio del vino, que no deberían darse en un restaurante que pretende estar en la élite.

Cookies en verema.com

Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.

Aceptar