Sabores de antaño

Estupenda comida en un entorno espectacular.
Restaurante algo demodé en un entorno de arrozales en el puerto de Catarroja. El edificio que alberga el restaurante, de ladrillo sin gracia de los 60 o 70, no invita precisamente a entrar, y el local con escasos lujos y mejoras tiene una sonorización horrorosa; las sillas de skay claveteado de otra época, curiosamente se agradecen por su comodidad al tener además brazos.
Ahora bien, cuando el personal habla con el cliente se nota una amabilidad y ganas de agradar que te conquista, y la cocina, ésta sí, te devuelve al pasado, pero al bueno, al de los sabores auténticos de antes. Entonces se olvida todo lo demás: la ensalada valenciana tradicional, salvo por la lechuga iceberg, con materia prima excelente; la titaina (6€)muy rica; las albóndigas de bacalao deliciosas; el all i pebre de anguila, que a mí no me entusiasma, estaba potente y con la anguila muy melosa(12€);
y el arroz con cigalas y almejas(13€ por persona) de los que se quedan en el recuerdo (luego te preguntas, esos arroces "disfrazados" que tomamos por ahí, qué tendrán, además de mucha sal y algún caldo bastardo.
Los postres, todos caseros, flan de turrón, calabaza asada...
Es una pena que la carta de vinos sea tan escasa y de tan poca calidad, ante las dudas y como era una comida familiar tomamos cerveza.

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