Si algunos de los usuarios mas reputados de este portal lo recomiendan, y si hasta el mismo Ricard Camarena habla bien del sitio, significa que hay que visitar el lugar, si o si.
Pues dicho y hecho, caminito de la Malvarrosa, hasta el final de dicha playa, donde ésta se acaba y comienza la playa de la Patacona, si esa playa donde cuentan que Begoña Rodrigo, abrirá un nuevo local, y donde, dando un paseo para hacer tiempo, he visto dos locales en obras, uno de ellos ya tenia instalada una barra. ¿Será ese el nuevo local?
Se encuentra en una calle paralela al Paseo Marítimo, pero permite, aunque a lo lejos, ver el mar.
Un día de diario, con tiempo un tanto desapacible, y lleno total. Esto pinta bien.
Sala de las de toda la vida, correctos y tan profesionales que ya vienen de vuelta. Antes de que hables, ya saben lo que quieres con un margen de error ínfimo.
Carta variada, tiene un poco de todo, verdura, salazones, marisco, carne, pescado y fundamentalmente, arroces. Y ademas, hechos a fuego de leña.
Carta de bebercio, como siempre blancos de la zona, y de estos un Impromptu, un sauvignon de Utiel-Requena, fermentado en barricas de roble y mantenido sobre lías, un vino con personalidad. Ha gustado y mucho.
Teníamos claro que hoy el punto central era el arroz y lo demás, debía servir como acompañamiento.
Unos sepionets de playa con su AOVE, su ajito y su perejil. No necesitan mas, para chuparte los dedos.
Un esgarrat de bacalao, pimientos, cebollita, huevo duro, aceituna, mojama de atún y su aceitito. Nada que ver con los esgarrats que te sirven en otros lugares, aqui no hay exceso de sal, esto es otra cosa. Esto esta suculento.
Arroz del senyoret. Con trozos de rape y gambas, todo pelado, básicamente para no perder tiempo. Pedí, las preceptivas cucharas de madera para comer directamente en la paellera, me dijeron que las cucharas de madera solo se servían para la paella valenciana, para el resto de ls arroces, las cucharas se cobraban, pero vieran mi cara de forastero, sorprendido y compungido, y gentilmente, nos trajeron las cucharas y no nos cobraron nada de ellas.
Pues que voy a decir, del arroz, ración enorme, creo que hubieran podido comer tres o cuatro personas, pero como no era cuestión de dejarlo ahí, pues relamiéndonos a cada cucharada y poquito a poquito, sin prisas, dejamos la paellera sin ningún grano. Obviamente, no hizo falta que dijéramos que nos había parecido, la sonrisa del camarero y su mirada a la paellera, le facilito la respuesta.
Sin hueco para postre, solo con los cafés con hielo sin chupitos, pusimos fin a esta experiencia arrocera.