El local informal de Diego Guerrero

Restaurante montado en plan minimalista en tonos blancos y madera clara en la primera planta y coctelería en la parte de abajo, que seguro que se pondrá de moda y lo petará este invierno. El concepto es parecido a Fismuler, local chulo, gente guapa y carta corta con platos a compartir, de un tamaño discreto, entre 15 y 25 euros.

Aperitivo de la casa: mantequilla de aguacate, pan de maiz y chile fermentado (3,25 € por barba). Cherry curado, cebollino y frambuesa helada. Original y refrescante comienzo.

Tartar de vaca vieja, servido con unas tostadas de pan de brioche a la plancha con mantequilla. Prescindibles las tostadas que se comían el sabor de la carne.

Papada, carabinero y kimchee. Bastante pesado, no entendí este plato.

Crema de apionabo, huevo y setas, meloso y contundente, el mejor plato de la noche.

Para beber, de una carta de vinos subidita de preciio, escogimos un cava reserva pinot noir de Can Rafols des Caus que acompañó bastante bien la comanda. Servicio en rodaje aunque con ganas de agradar.

Cena de picoteo ligero sin postre, por algo más de 50 € por persona.

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